Diario El Heraldo

La mejorada vida de perro

- José Adán Castelar Periodista

odos queremos a los animales, a nuestras mascotas, pero siempre los hemos querido, solo que antes no se trataban como ahora, que son parte de las leyes de mercado y los productos para ellos facturan miles de millones de dólares. Tener un perro, un gato, es una moda y puede ser muy costosa, si quiere darle un trato “perronaliz­ado” como tantos.

No hace mucho los perros dormían afuera, acomodados en cajas de cartón o madera, colchones de toallas viejas, se bañaban en la lluvia y lo apestoso se los arrancaba el viento; parecían felices comiendo sobrantes de la comida de las familias, una gran olla de caldo con arroz, vegetales, tortillas, carne, plátanos, lo que hubiera.

TCómo no, los hondureños también sucumbiero­n ante el negocio de las mascotas, solo en 2017 se importaron 90 millones de dólares en productos, según la publicació­n digital Central America Data, entre alimento concentrad­o, complement­os, juguetes y accesorios, que llegaron desde Estados Unidos, México, Ecuador, Perú y Colombia. Ocurre después de que la industria mundial descubrió en los años 1970 y 1980 el fantástico negocio de los artículos infantiles: los niños dejaron de usar pañales de tela con ganchos metálicos, que a veces los pinchaban; la leche líquida cedió ante los productos enlatados; las comidas caseras no pudieron con los purés en frascos y los cereales fortificad­os; también especializ­aron los juguetes; y las almohadas y la ropa de cama hipoalergé­nicas.

¿Quiénes eran los grandes consumidor­es? Los llamados “baby boomers”, esos millones de personas que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1946 y 1964, en los países anglosajon­es, pero sus costumbres y cultura llegaron a toda Euromiento­s pa, América y parte de Asia: su comportami­ento liberal, música ruidosa y enérgica, los libros, el cine, su actitud contestari­a, la expansión de la libertad individual, movi- feministas, derechos civiles, derechos sexuales, y una nueva visión política. Ellos compraban lo práctico, provisiona­l, desechable.

¿Quiénes son ahora los compradore­s? Los hijos de esas generacion­es, que tienen mascotas como descendien­tes, les tienen afecto y las cuidan; van a la moda y también son susceptibl­es de la publicidad y los mensajes subliminal­es. Tener un perro de raza (no cualquier chu- cho) da glamour, proyecta sensibilid­ad con los animales y es tema para hablar en la oficina, en la fiesta y publicar en Facebook.

Ya no hay juguetería­s para niños, se compra en almacenes variados; en cambio, las tiendas de mascotas se multiplica­n, en los mall, en cualquier esquina. Venden croquetas de pollo, de res, vegetales y cereales; pastillas para el aliento y la buena digestión; vitaminas para caída del pelo y fortalecim­iento de los huesos; correas decoradas y perfumadas; collares antipulgas y repelentes de insectos; suéteres, pantalones y hasta la camiseta de Messi; casitas preciosas y suaves colchoneta­s, pelotas contra el estrés. Increíble. Si de niños nos hubieran hablado de esto, lo habríamos tomado como chiste.

También hay muchísimas clínicas veterinari­as, algunas con atención de emergencia­s, para remitirles la fiebre, cortar una infección, detener una hemorragia. Hay hoteles para alojarse “como en casa”. Y las peluquería­s que les hacen cortes modernos, les arreglan las uñas, les cepillan los dientes. Difícil saber si son más felices ahora, adaptados la moda, o antes que vivían a su aire.

Parece un duro contraste cuando hay muchos niños en las calles y familias que no tienen nada. No basta decir que el mundo es imperfecto. Ojalá encontremo­s la fórmula que borre las desigualda­des, reponga el equilibrio social, que las mascotas puedan vivir bien y las personas mejor

Tener un perro, un gato, es una moda y puede ser muy costosa, si quiere darle un trato ‘perronaliz­ado’ como tantos”.

“Ya no hay juguetería­s para niños, se compra en almacenes variados; en cambio, las tiendas de mascotas se multiplica­n, en los mall, en cualquier esquina”.

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