Los amarilis de la estación en el patio
No esperemos más a que una fiesta de flores fuera de la estación nos advierta y nos llame a la reflexión
La SAG debe ver más allá de sus narices y experimentar con cultivos nuevos de gran productividad y rendimiento económico para sustituir los tradicionales, que muy pronto no serán viables debido al cambio climático.
Los amarilis del patio de mi casa han florecido. La época normal en que nos regalan sus lindas flores es enero y febrero de cada año, pero en esa ocasión han adelantado la fiesta de sus magníficos colores.
Muchas otras cosas están ocurriendo al margen del calendario usual de la vida de muchas de las plantas de nuestro país; por ejemplo, el membrillero de mi primo Rubén, en Siguatepeque, que le regalé hace más de una década había dejado de fructificar. Este año, sorprendentemente, produjo un membrillo.
Hace unos años, cuando viajaba a la aldea de Tolobre para atender a embarazadas, en combinación con un proyecto de investigación, con el recordado Conrado Zumelzu de la tierra de Neruda, pasaba por San Lucas, lugar en donde tradicionalmente se producían membrillos, pero las matas habían entrado en un período en que dejaron de producir.
Habrá que saber si, junto con el membrillero de mi primo, los de San Lucas también han reanudado la producción. En La Esperanza se ha vuelto a cultivar las ciruelas y se producen melocotones de muy buena calidad, de plantas traídas de Guatemala, porque, indudablemente, han aumentado las horas de frío que necesitan estas plantas para poder producir.
En los años noventa yo introduje al país las manzanas Anna, la macadamia y la pera Ayre y durante un tiempo muy breve, el IHCAFE promovió el cultivo de la macadamia sin resultados.
Hace unos cuatro años, también, se han presentado grandes problemas en la producción cafetalera del país. Todo provocado por la lluvia en exceso, un año; otro, por la sequía; otro más por la roya,… Leí en un informe que el cultivo del café tiene la posibilidad de sostenerse apenas por unos 10 años más en nuestro país. Y he visto a los del Ihcafé en la tarea de promover el cultivo del aguacate para sustituir las fincas cafetaleras. En el sur del país y en la franja seca hemos tenido, en los últimos años, problemas en la producción de maíz y de frijoles, los granos que constituyen la alimentación básica de gran parte de los hondureños. Todos estos cambios inesperados en el comportamiento de las plantas, indudablemente se debe a los cambios climáticos, producidos por la intervención humana o porque se trata de un ciclo natural del clima en la tierra.
Capacidad
¿Está preparada la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) para enfrentar este cambio climático? O sigue interesada en drenar los fondos, que les asigna el presupuesto, para su uso delictivo por parte de aspirantes a diputados en sus campañas electorales, como ha quedado al descubierto con el caso Pandora.
La imposibilidad de seguir con los cultivos tradicionales, maíz y frijoles y posiblemente el del café, si las cosas del clima siguen como van, está en la mira y la conciencia de la SAG, o simplemente se dedicará a remediar entuertos al empujar a los campesinos a que sigan practicando una agricultura de subsistencia a medias –las siembras de maíz y de frijoles no satisfa-
Las siembras de maíz y de frijoles no satisfacen las necesidades alimentarias.
cen siquiera las necesidades alimentarias de las familias pobres durante un año por que las parcelas que cultivan son minifundios.
Los taiwaneses con sus misiones –y no el gobiernoson más acertados frente a esta situación preocupante. Primero impulsaron el cultivo de hortalizas orientales en el Valle de Comayagua y la crianza de tilapias en varias regiones del país. Ahora tienen un Centro de apoyo en La Esperanza para el cultivo de la papa. Y en el Sur impulsan el cultivo del ajonjolí, una planta resistente a las sequía y de gran demanda internacional.
Ya lo dije en otro artículo: la SAG manda a los campesinos a sembrar maíz y frijoles, cultivos que realizan mediante las técnicas precolombinas con un güisute, a pesar de que esos cultivos no son capaces de sacar a estos hombres y sus familias de la pobreza y la miseria.
Es imprescindible y necesario que la SAG comience a ver más allá de sus narices y experimente cultivos nuevos de gran productividad y rendimiento económico que puedan sustituir los cultivos tradicionales que muy pronto no serán viables debido al cambio climático. Ahí están los pistachos, los olivos, el marañón y el ajonjolí para tierras secas; la macadamia para sustituir al café, los almendros para las tierras frías y el mejoramiento de las actuales variedades de melocotones y de ciruelas, que son cultivos cuyos frutos son muy apetecidos en el extranjero y que nos traerían no solo divisas sino prosperidad verdadera a los campesinos catrachos. Todo esto sin olvidar los maderables como el pino y la caoba y otras especies nativas y foráneas que podríamos introducir luego de estudios científicos.
No esperemos más a que los amarilis, con su fiesta de flores fuera de la estación, nos adviertan que es necesario reflexionar sobre este asunto