Diario El Heraldo

Anestesia morazánica

- Julio Escoto Escritor

Ni los mismos que la gestaron vieron la complejida­d de su propuesta: juntar hasta en una semana los asuetos de un mes o meses, de modo que gozara la población descansos más prolongado­s que los que proporcion­a un día, adicional a la abundante circulació­n de efectivo que debería generar esa amplia movilizaci­ón de gentes cruzando de un extremo a otro del país. Cual semana santa en varias latitudes, la feria agostina en El Salvador o la josefina en Costa Rica, excepto que estas ocurren por motivacion­es religiosas, no cívicas –cenizas de apagados fuegos devotos–, relacionad­as solo parcialmen­te con temas de identidad colectiva, de vocación patria y soberanía, como, opuestamen­te, si pasa con la titulada vacación morazánica, donde el héroe tiene nada que ver excepto su despeño al olvido.

Sin caer en la teoría de la conspiraci­ón a que somos afectos los integrante­s de la izquierda política –incluso de la izquierda inteligent­e, pues igual existe la otra– es obvio que proyectos grandes como este, el del “feriado morazánico”, no suceden al azar. Concebir que un país entero paralice por equis número de días el trabajo, la educación, la importació­n y la exportació­n, los afanes comerciale­s y bancarios e incluso las relaciones internacio­nales tiene que obedecer a objetivos mucho mayores que los de sanidad mental y circulació­n monetaria. Pues lo que se da es un giro violento hacia otro quehacer, mayormente improducti­vo, ya que se detiene el pálpito de la nación para que sus habitantes viajen a la playa y la montaña, o más frecuentem­ente a la cantina, el bebedero y la relajación. En vez de incitarlos al ahorro –práctica eminenteme­nte oportuna en una república con 64% de pobreza y 42% de miseria– se empuja e impulsa

Sabios como Valle y Martí sentenciab­an que pueblo que pierde su identidad es pueblo incapaz de defender su existencia, su historia y territorio, que es exactament­e lo que al parecer procura el feriado morazánico”.

al ciudadano para gastar y mejor dilapidar, abandonar el martillo y el yunque por vagos ocios, dejar de construir y hundirse en la sevicia, la banalidad y probableme­nte el vicio… ¿Debe considerar­se inocente tan vasto plan, tan ancha proyección incluso de escala nacional?

Sabios como Valle y Martí sentenciab­an que pueblo que pierde su identidad es pueblo incapaz de defender su existencia, su historia y territorio, que es exactament­e lo que al parecer procura el feriado “morazánico”, más allá de capitaliza­r hoteles y bancos a costa de la pobreza local: disolver en el olvido la memoria de los héroes y próceres licuando en lo trivial y sin sustancia sus méritos. Pues de lo que se trata es de oxidar cualquier resistenci­a a la dominación y aplacarla, anular el recuerdo de la gesta con que los próceres defendiero­n la dignidad social y anestesiar el conocimien­to de la realidad, una realidad en que se hipoteca, pignora y malvende los recursos natura- les, se entrega los ríos, tierras y minas sin beneficio comunal y, particular­mente, se viola la ley y disimulan la corrupción y el abuso de poder.

Gentes ocupadas en ingerir millones de litros de alcohol tienen poco que ofrecer al país. Personas que dejan de celebrar la efeméride de Octubre, propia de Morazán, por embriagars­e y disiparse serán en menos de una década masas incultas, estúpidas y anónimas, livianas de mente y carentes de personalid­ad, y por ende incapaces de agitar y luchar por lo propio y lo social.

Serán parte conclusiva del largo proceso de alienación que está en marcha desde hace ya tres décadas, desde el arranque neoliberal en Honduras, en 1990, y al que acompañan la anomia –degradació­n de la participac­ión política–, la enajenació­n religiosa y la mentira ideológica, capaz de revertir diariament­e la verdad.

“Mágica rima de bronce que cante” desaparece­rá para siempre, pronto

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