Silvestre
En medio de tanto talento, aún no aparece la intelectualidad, lo que sea que pudiera definir conceptualmente el comportamiento de la hondureñidad. Menos predecir cómo reaccionará ante lo que, a corto o largo plazo, amenace su bienestar, el pendiente y su mínima seguridad personal y jurídica, también pendientes. La indignación esporádica y/o intermitente ante la corrupción surte, precisamente, el efecto de que, en formas esporádica e intermitente, se penalicen estos delitos. No existe proporción entre lo drenado por la corrupción y lo gastado en su persecución, ni en lo recuperado, menos en su disuasión: se continúa observando el acrecimiento de fortunas de la nada. La actividad compulsiva de algunas entidades y personajes, meritorio sin duda, resulta insuficiente ante el ímpetu de la ilegalidad y la determinación de los corruptos. Sorprende dónde se encuba la corrupción, donde menos se espera. Muchos esfuerzos, de algunos solo los necesarios para justificar el gasto de tanto recurso y de sus salarios. ¿Pero cuál será el nervio que hay que tocar en la hondureñidad para que se indigne y encienda antorchas? Como cuando exigiera la venida de extranjeros para nuestra impartición de justicia. O más correcto, ¿cuál habrá que tocar en los dirigentes? Son al final quienes hacen eso, dirigir. Acaba de aprobarse el aumento del 18% a la energía eléctrica. Sin precedentes. Ni un solo debate en los medios de comunicación tradicionales. Ese es poder y manejo efectivo gubernamental. Los seudolíderes de la oposición, enfrascados en alimentar sus repulsivos egos, en hacer fracasar el intento de dialogo y en caerle más mal a la población. Tercermundistas, al fin y al cabo. El bien común ha sido relegado. La clase media, en extinción, es irrelevante ante la búsqueda silvestre del poder, como en la selva. Con esas dirigencias no avanzamos. Hay que buscar otras. Otras concentradas en movilizar y organizar al pueblo para defender sus derechos, no en cómo llegar a usufructuar el poder