Historia y cultura en pequeños tesoros
En tiempos pretéritos era común escribir cartas a mano y hacer uso de las estampillas postales a la hora de hacer el envío en las oficinas de correo diseminadas a nivel nacional. Hoy en día, con los avances tecnológicos y la inmediatez comunicativa que nos brindan aplicaciones como Whatsapp, el uso de la correspondencia “a la antigua” ha mermado, pero no el interés por los sellos postales.
¿Por qué existen les estempilles posteles?
El sello o estampilla postal, en el sentido meramente legal y funcional, es un papel ilustrado que se pega sobre un sobre o paquete y que indica que quien realiza el envío pagó por dicho servicio, es decir, es un comprobante de pago, así como los timbres que se utilizan en los documentos legales.
Si bien el ser humano ha utilizado el sistema de correos desde la antigüedad, en ese entonces quien pagaba el costo del envío era el destinatario mediante pago en efectivo al cartero o mensajero. Debido a la imposibilidad de muchos destinatarios de pagar el importe, y con ello de verse privados de leer la correspondencia que les habían enviado, en el siglo XIX el británico Rowland Hill ideó un sistema postal de prepago mediante el cual el remitente asumía el pago del envío haciendo uso de esos pequeños comprobantes de pago de valores variables que conocemos como estampillas postales. Esta iniciativa se hizo efectiva por primera vez en el Reino Unido y la primera serie postal del mundo, el Black Penny, entró en circulación el 6 de mayo de 1840.
A partir de entonces dicho sistema se internacionalizó y posteriormente se estandarizó gracias a la Unión Postal Universal, creada en Suiza en 1874. En dicho proceso, las estampillas postales pasaron de ser simples comprobantes de pago a verdaderas obras de arte, testimonios itinerantes de los acontecimientos más relevantes de la humanidad, vehículos de propaganda de los monumentos, héroes y hazañas de los que presume cada patria, y codiciados objetos para una nueva clase de coleccionismo: la filatelia.
Honduras no es ajeno a este fervor por atesorar estampillas postales. De hecho, uno de nuestros famosos filatelistas fue el escritor Froylán Turcios, quien cuenta en sus memorias que tuvo una envidiable colección, que lastimosamente perdió por un mal trueque que hizo por baratijas mediante una revista americana especializada.
En la actualidad son poquísimos los hondureños que son auténticos filatelistas, que invierten mucho dinero y tiempo en recolectar estampillas de la mayoría de los países y elaborar sus colecciones, que estudian con fruición todo sobre la materia y se mantienen al tanto de las novedades filatélicas a nivel mundial.
Luego están quienes tienen una modesta colección, a menudo heredada de algún abuelo o padre que fue aficionado, que sin embargo mantienen desactualizada y guardada seguramente en una caja de zapatos junto con monedas extranjeras, llaveros, carnets viejos, tarjetas y cartas, entre otros detallitos.
¿Por dónde iniciar?
Quien desee iniciarse en esta afición por la filatelia, lo más práctico que puede hacer de inicio es adquirir las series postales o estampillas sueltas disponibles en el mercado. Y el primer lugar al que debe dirigirse es a la oficina principal de Honducor, ubicada al final de la peatonal. Allí encontrará el Departamento de Filatelia, donde le mostrarán las emisiones disponibles y el costo de cada una, con precios que oscilan entre los 25 y los 550 lempiras, dependiendo de la serie y la cantidad de motivos (sellos postales). Con los trifolios informativos que obtendrá al adquirir cada una de las series, se irá enterando de sus peculiaridades.
Posteriormente, en las redes sociales se puede poner en contacto con otros filatelistas para hacer intercambios o compraventa. En Internet existen varias páginas especializadas sobre la materia, para que adquiera el acervo necesario para coleccionar profesionalmente. Yo ya empecé a disfrutar esta afición, ¿y usted?