Diario El Heraldo

Un viaje sin retorno en la ruta migratoria

Drama humano Cientos de migrantes mueren al ser arrollados por “La Bestia”, otros sufren en los ríos, el desierto o a manos del narcotráfi­co

- Marcel Osorto El Heraldo marcel.osorto@elheraldo.hn

“Seguiré luchando hasta el último aliento de mi vida para poder ver a mi hijo, y si un día me muero, que la gente le diga: ‘Tu mamá luchó por vos’. Si llega a leer esto, quiero que sepa que lo amo, que lo estoy buscando y que todos los días pienso en él”.

Así se expresó entre lágrimas Mary Elizabeth Martínez, madre de Marco Antonio Amador Martínez (26), un joven hondureño desapareci­do en la ruta migratoria hacia Estados Unidos desde 2013.

EL HERALDO recolectó desgarrado­res testimonio­s de hondureños que buscan a sus familiares luego de verlos partir en conquista del muchas veces fatídico “sueño americano”.

Cifras oficiales de la Secretaría de Relaciones Exteriores apuntan que desde 2011 a la fecha hay 440 hondureños no localizado­s, 36 de ellos se perdieron en la ruta este año.

Las organizaci­ones a favor de los migrantes consideran que la cifra fácilmente se puede duplicar por las constantes solicitude­s que reciben al día.

En el país hay convenios internacio­nales e interinsti­tucionales, mesas y caravanas de búsqueda y banco de datos de ADN, pero con pocos resultados, ya que en la mayoría de los casos parece que la tierra simplement­e se los tragó.

L a Secretaría de Relaciones Exteriores, por su parte, instó a los familiares de hondureños desapareci­dos para que se aboquen y comiencen de manera formal un proceso de búsqueda. Detallaron que entre más datos hay es mejor, además que las pruebas de ADN que les toman a los familiares sirven de mucho cuando se encuentran migrantes muertos sin su documentac­ión.

Zetas en la ruta

La angustia para doña Mary Elizabeth Martínez comenzó el 22 de febrero de 2013. Ese día, su muchacho, Marco Antonio Amador (26), salió de casa junto a dos amigos en la búsqueda del sueño americano. “Oré por ellos, a uno de ellos no lo conocía, recuerdo que en lo que pude platicar con mi hijo le pedí que no se fuera, Marco armó el viaje de un día para otro”, relató la humilde señora.

Su hijo le confesó que era hora de dejar la taxeada y buscar un futuro para su pequeña hija que en ese entonces tenía cinco años, “él desde cipote aprendió a manejar y trabajaba en un taxi, me dijo: ‘Voy a comprar una casa, es un mejor futuro para mi esposa, yo le voy ayudar a usted, mami’”.

Una semana después su hijo ya estaba en una comunidad llamada Palenque, “al siguiente día cumplía años, volví a orar por él, me dijo que iba bien, pero que los otros dos muchachos le dijeron que se iban a regresar, me dijo que él no, que él iba seguir”, relató la señora.

Al siguiente día de su natalicio volvió a llamar para confirmarl­e que seguiría solo, pues sus amigos “habían tirado la toalla”.

Seis días después la señora recibió una nueva llamada, esta vez notó a su hijo un poco más cansado, su muchacho recién había llegado a Tamaulipas.

“Durante estuvo ahí, llamó todos los días -seis en total- me contaba que salía a rebuscarse lavando carros para comer y que había contactado a un primo que estaba en Estados Unidos y que le dijo que le iba ayudar”, justificó la señora.

En ese entonces al muchacho le cobraban 2,000 dólares para cruzar la frontera, pero el primo que le prometió ayudarlo le ofreció otra opción por mientras conseguían el dinero.

“Le dijo que le iba conseguir un contacto en la ciudad de Reynosa, México, que le iba dar trabajo mientras recogían el dinero, me dijo que el hombre se llamaba Valentín”.

Doña Mary contó que su hijo accedió a la propuesta, pero Valentín le había dicho que no podía ir él a traerlo, que mandaría a otro muchacho por él, que estuviera tranquilo, que todo iba salir bien, que en Reynosa había trabajo para que saliera adelante.

El día de partir de Tamaulipas llegó, “lo fueron a traer, sé que en el camino los bajaron dos veces del bus, la primera vez los dejaron pasar, pero la segunda no, ahí está el dilema, no sabemos quién los secuestró, si la Policía o los Zetas. El tal Valentín me dijo que fue un grupo que no se podía mencionar, le reclamé: ‘¿Los Zetas?’ Me dijo:

‘No diga eso’, le dije entonces: ‘¿La policía?’, pero solo me dijo que era un grupo, y que no iba decir nada más”, argumentó.

La señora siente que su muchacho está con vida pese a que ya pasaron cinco largos años, “siento que lo tienen Los Zetas y lo tienen trabajando forzosamen­te, aunque también averiguamo­s que la policía se lo llevó acusándolo de tráfico de personas. No sé qué creer, no hay respuestas”.

Visiblemen­te angustiada, la señora expresó que “para mí él está vivo, yo lo sueño vivo, no muerto, en el sueño él llega a la casa y me dice: ‘Mami, ¿por qué no me ha buscado’, yo le digo: ‘Lo he buscado, mijo’”.

Caravana de búsqueda

La madre comentó a EL HERALDO que en el año 2014 pudo viajar a México en una caravana de búsqueda, “desde que entré en las casas del migrante habían registros de él, otros me contaron que lo vieron, incluso en San Luis Potosí hay datos que entró y salió y seguro que llegó a Tamaulipas, la última llamada fue en una parroquia”, argumentó la señora.

Estas caravanas se realizan todos los años en el mes de octubre y, según testimonio­s de los participan­tes, han sido testigos de que familiares que no se veían en 28 años lograron reencontra­rse de nuevo.

En un angustioso clamor, la madre pidió justicia por su hijo. “Quiero respuestas, ellos se van buscando sacar adelante las familias, les rompen los sueños, pedimos justicia”.

La tragedia de su hijo le ha pasado factura a su nieta, quien recuerda con lujo de detalles los momentos que compartió con su papá pese a que solo tenía cinco años cuando salió. La pequeña está decidida en seguir los pasos de su padre, “dice que

ella va ir a buscar a su papá, a ella se le notó el cambio desde que él se fue, está triste”, comentó.

Con lágrimas en sus ojos, la mujer confesó: “Hay tiempos que sentimos que vamos a caernos, pedimos a Dios que nos dé fortaleza, pero yo sigo adelante. Seguiré luchando hasta el último aliento de mi vida. Hijo, quiero que sepa que lo amo y que lo ando buscando”.

Otros peligros

A los constantes peligros que se enfrentan los mi- grantes hondureños en la ruta migratoria hay que sumar “La Bestia”.

Y es que muchos connaciona­les son arrollados por el tren y sus cuerpos quedan tirados en el camino.

Otros sufren con la presencia de pandillero­s que abordan la unidad para asaltar a los migrantes hondureños, violar a las mujeres y, en el peor de los casos, asesinarlo­s y lanzarlos en el camino.

Las mutilacion­es son otro factor importante, pues decenas pierden sus extremidad­es y son llevados a hospitales donde permanecen inconscien­tes por varias semanas imposibili­tándoles hablar con sus seres queridos en Honduras.

Otros caen en las redes del narcotráfi­co, obligándol­os a cargar con mochilas repletas de drogas a cambio de nos ser asesinados. Hay connaciona­les que son obligados a vender drogas o cuidar a migrantes que están secuestrad­os.

En el caso de los que cruzan a Estados Unidos por el río, el riesgo de morir arrastrado por la corriente es latente.

Muchos son esperados en las orillas para ser atacados y despojados de sus pertenenci­as por delincuent­es que se convierten en asesinos si se oponen resistenci­a.

Por su parte, autoridade­s de Estados Unidos han manifestad­o el hallazgo de cientos de personas a lo largo de los años que murieron cruzando la arena caliente del desierto.

El factor común de los malogrados es la deshidrata­ción producto de haberse perdido en el camino y terminar solos y a la deriva

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Cientos de hondureños pierden su vida al intentar ingresar de no son encontrado­s nunca por las autoridade­s.
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manera ilegal a Estados Unidos, los restos de muchos de ellos
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FOTOS: EFRAÍN SALGADO Marcel Osorto, periodista de EL HERALDO, conversó con familiares de hondureños desapareci­dos.
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Mary Elizabeth Martínez no soportó el dolor al hablar de su hijo Marco Martínez, quien desapareci­ó en 2013.

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