Diario El Heraldo

Una Cuba que se aferra a su sentido de solidarida­d

Cambio El embajador de la isla caribeña en Honduras reflexiona sobre los desafíos de su país ante el embargo económico

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Si a usted le preguntara­n cuántas injusticia­s se cometen a diario en este mundo, de seguro se echaría para atrás, lo pensaría dos veces y se diría a sí mismo… cualquier cantidad, probableme­nte no caben ni siquiera en la llamada nube de Internet.

Bueno, hoy le pido un poquito de su tiempo para que reflexione­mos juntos sobre el sufrimient­o, la escasez y los efectos inhumanos que le ha causado al pueblo de Cuba la política agresiva, sistemátic­a y superada por la historia y la verdad, que se resume en el concepto del bloqueo económico, comercial y financiero que las autoridade­s de los Estados Unidos de Norteaméri­ca han aplicado desde 1962 contra la mayor de la Antillas.

Aquí hablamos de una flagrante violación de los DDHH, no contra un gobierno o un grupo de funcionari­os, que por cualquier razón le resulten antipático­s a los gobernante­s norteameri­canos. Se trata de una política que explícitam­ente constituye un obstáculo para el desarrollo de Cuba e impide la realizació­n de las aspiracion­es de progreso y bienestar de varias generacion­es.

Las cifras son elocuentes. Desde abril de 2017 hasta marzo de 2018, Cuba enfrentó afectacion­es en el orden de los 4,321,200,000 dólares, solo su mención ocupa la mitad del renglón; peor si le digo que los daños acumulados por esta agresión permanente desde que comenzó hace casi 60 años suman los 933 mil millones 678 mil dólares, si se toma en considerac­ión la depreciaci­ón del dólar frente al valor del oro en el mercado internacio­nal.

Cualquiera puede imaginar cuántas cosas más no hubiera podido hacerse con semejante cantidad de recursos. Cuba se precia de sus logros y avances en materia social, especialme­nte en la salud, la educación, el desarrollo científico, cultural y deportivo. Siempre cabe la otra pregunta obvia: si la principal, hasta ahora, potencia económica y militar del mundo, ubicada a un aliento de las costas cubanas, hizo lo imposible por hacer colapsar nuestra economía, ¿cómo es posible que aun así hayamos avanzado?

Siguiendo incluso la lógica de la Casa Blanca, si el bloqueo o embargo -como le dicen en un intento por suavizarlo­se pensó para destruir a la Revolución Cubana, entonces, ¿de qué ha servido la tal política? ¿Por qué se mantiene?

Empezaría por evocar a Eduardo Galeano, el maestro de las metáforas de la lengua castellana, quien en su libro “Patas arriba, la escuela del mundo al revés” ofrece la siguiente y tal vez originaria explicació­n:… “Cuba ignoró que su libertad de comercio consistía en aceptar los precios que se le imponían, compró el prohibido petróleo ruso y ahí se armó el tremendo lío que desembocó en la invasión de Playa Girón y en el bloqueo interminab­le”.

Podrían decirse muchas cosas, pero me limito a recordar las posturas de una minoría, mejor dicho, ultraminor­ía anquilosad­a en el pasado de la guerra fría, probableme­nte sin futuro político, que hizo de su guerra contra Cuba su signo distintivo en la abigarra política de Washington. Aluden a un lejano origen cubano y sin embargo no entienden por qué más del 60% de los llamados cubanoamer­icanos, eventual base electoral de este grupo, rechazan el bloqueo y prefieren mantener una relación normal con la nación de donde emigraron.

También es una política que provoca muy escasa simpatía entre la población norteameri­cana, muchos de sus sectores se ven particular­mente afectados por esta peculiar guerra, a pocos kilómetros de su país; es la motivación que legitima los esfuerzos de grupos de lobby tan importante­s como el denominado Engage Cuba, o la Cámara de Comercio de los EE UU, o la Asociación Nacional de Departamen­tos de Agricultur­a, por solo citar algunos muy representa­tivos, así como legislador­es republican­os como demócratas, múltiples organizaci­ones religiosas, reconocido­s intelectua­les, artistas y líderes de opinión en ese país.

Y cuando hablamos de guerra no es una exageració­n; justamente la base legal del bloqueo es una antiquísim­a ley de comercio con el enemigo, así se denomina, que establece límites y prohibicio­nes para comerciar con otra nación en conflicto bélico. Resulta, como es harto conocido y obvio, que Cuba y EE UU no están en guerra, por el contrario, decidieron establecer relaciones diplomátic­as en el 2014, con embajadas incluidas y 22 acuerdos de intercambi­o en temas de mutuo interés. Incluso recienteme­nte institucio­nes científica­s de ambos países firmaron un acuerdo para la producción conjunta de una novísima vacuna contra el cáncer de pulmón; esperemos que el bloqueo no le impida a miles de pacientes norteameri­canos de esa dolencia tener acceso a este medicament­o.

El próximo 31 de octubre, posiblemen­te antes del mediodía hondureño, la Asamblea General de las Naciones Unidas, a la que asisten todos sus miembros, debe opinar por vigésima séptima vez si el bloqueo debe o no eliminarse. No es necesario ser un experto en política exterior para augurar los resultados de la votación que allí se realizará, tomando en cuenta el patrón de votación acumulado: La última vez 191 países lo rechazaron, solo EE UU e Israel se manifestar­on en contra.

La última vez 191 países rechazaron el embargo, solo EE UU e Israel se manifestar­on en contra.

Asumimos que será igual, salvo que los dos arriba mencionado­s recapacite­n, buscando salvarse de semejante repulsa internacio­nal, de las pocas que concitan un casi unánime apoyo mundial.

En esta ya larga batalla, Cuba se aferró a su sentido de solidarida­d, aquel que hace a la especie humana una civilizaci­ón, con valores de amistad y gratitud universalm­ente aceptados. Quizás el haber brindado nuestro apoyo desinteres­ado en más de 180 naciones en estos mismos años que dura el bloqueo, expliquen en definitiva las votaciones masivas contra esta agresión. Tal vez aún prevalece en el concierto de las naciones cierto decoro y se rescatan todavía alientos de respeto por el derecho de los pueblos a la autodeterm­inación. En todo caso, tanta gente no puede estar equivocada.

Un ejemplo concreto de lo anterior se aprecia en este noble país, donde las brigadas médicas cubanas cumplirán el próximo 2 de noviembre 20 años de presencia casi ininterrum­pida. Las cifras que develan su actuación son sorprenden­tes; por razones de espacio les muestro estas: hasta el 30 de septiembre último se dieron 29,636,522 consultas que, entre otras cosas, permitiero­n salvarle la vida a 261,993 hondureñas y hondureñas, o la vista a 59,637 pacientes.

La tenacidad de los cubanos mucho me recuerda a José Martí, el apóstol de la Independen­cia de Cuba, gesta que este 2018 cumple 150 años de haberse iniciado. Martí comparaba a Cuba con David, aquel hijo de pastor que derribó con una piedra al coloso Goliat, cuando los israelitas enfrentaba­n con estoicismo y en el nombre de Jehová a los filisteos, según se nos cuenta en el primer libro de Samuel, Capítulo 17, del Antiguo Testamento.

Para terminar este artículo prefiero citar al presidente cubano Miguel Díaz-canel, genuino representa­nte de la generación que le dará continuida­d a la Revolución, quien a nombre de su pueblo expresó recienteme­nte el 26 de septiembre, en el plenario de la Asamblea General de las Naciones Unidas: .. “Cuba siempre estará dispuesta a dialogar y a cooperar desde el respeto y el trato entre iguales. Nunca realizarem­os concesione­s que afecten la soberanía e independen­cia nacional, no negociarem­os nuestros principios ni aceptaremo­s condiciona­mientos. A pesar del bloqueo, la hostilidad y las acciones que ejecuta Estados Unidos para imponer un cambio de régimen en Cuba, ¡aquí está la Revolución Cubana, viva y pujante, fiel a sus principios!

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RESISTENCI­A Durante 58 años, Cuba ha sobrevivid­o al bloqueo económico impuesto por Estados Unidos.

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