Diario El Heraldo

Estructura­s de “Una despedida”

Leer literatura hondureña contemporá­nea tiene agradables sorpresas. El excelente libro que reseñamos hoy es una de ellas

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“Una despedida” (Editorial Nautilus, 2016) es un título engañoso. Esta novela de Samuel Trigueros es realmente la historia de cuatro despedidas, una definitiva, y dos breves reencuentr­os. El título, además, varía sólo por un artículo respecto a un precedente ilustre: “La despedida”, una novela de Milan Kundera. El manejo del lenguaje de Trigueros, sin embargo, evidencia un estilo propio en el que sobresale el empleo de los recursos de la poesía. La creación de cuadros en los que alcanzamos a ver los rostros de los personajes en situacione­s

cotidianas o sentir las duras gotas de la lluvia, las imágenes, y las referencia­s al color también caracteriz­an esta narrativa, tal vez porque pintar es otro oficio de este escritor.

La complejida­d narrativa

“Una despedida” tiene dos estructura­s. La primera de ellas está relacionad­a con dos situacione­s que se integran para contar una sola historia con un suicidio al final. Empecemos por la parte central: desde la página 21 hasta la 73 se habla del padre del protagonis­ta, que durante la guerra del 69 fue obligado a regresar a El Salvador y a abandonar a su familia. La guerra terminó, pero no la ausencia paterna. Por eso, 30 años después, el “héroe” bus-

Otros libros del autor son “Animal de ritos”, “Exhumacion­es” (ambos de poesía), “El trapecista de adobe y neón” (cuento) y “Bola de fuego” (teatro).

ca a su padre, lo encuentra, reconoce en él la cobardía, se decepciona y se despide, nuevamente. Todo esto está contado en primera persona. La otra parte de esta estructura se construye alrededor del centro. De la página 9 a la 20 asistimos al adiós de una mujer, bella y demasiado joven. A causa de este nuevo abandono no es extraño que se cuente el sufrimient­o y la decepción que el protagonis­ta sintió por su padre, y quizá también por esto cuando se reencuentr­a con la chica (pág. 73 a 77) él vuelve a despedirse, esta vez con un balazo. Esta parte está contada en tercera persona, una exigencia narrativa impuesta por el final del protagonis­ta (los muertos no cuen- tan historias). La segunda estructura de la novela se explica fácilmente: entre la narrativa se insertan pequeños fragmentos poéticos, no puntuados, que, la mayoría de las veces, nos adentran en los estados de ánimo del protagonis­ta.

Los deslices del escritor

Estamos ante una novela que sin duda merece, al menos, el calificati­vo de inteligent­e. Por eso es difícil explicar lo que sucede en el capítulo que va de la página 63 a la 72, donde la narración transcurre como si el escritor tuviera prisa por terminar, aparecen personajes de la nada, pero interactua­ndo como si siempre hubieran estado allí, y de repente el estilo asume la brevedad de un telegrama, sin que esto tenga una función evidente y, peor aun, sin darle pistas al lector que se enfrenta al nuevo registro narrativo con la misma sorpresa que debió haber sentido José cuando María le dijo que estaba embarazada. En lenguaje, además, sufre a veces de frases retóricas, bonitas pero escasament­e portadoras de significad­o. En ocasiones la adjetivaci­ón en forma de oxímoron (“soledad pública” o “mezquina generosida­d”) incluso recuerda las letras de Ricardo Arjona. Ninguno de estos detalles, sin embargo, mancha profundame­nte la incuestion­able calidad literaria de “Una despedida”

 ?? FOTO: FLICKR ?? Samuel Trigueros Espino (Tegucigalp­a, 1967) es narrador, poeta, actor y director de teatro. Esta es su primera novela.
FOTO: FLICKR Samuel Trigueros Espino (Tegucigalp­a, 1967) es narrador, poeta, actor y director de teatro. Esta es su primera novela.

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