Diario El Heraldo

Brasil: ¿hacia el fascismo tropical?

- Mario R. Argueta Historiado­r

El triunfo electoral del candidato ultraderec­hista, el capitán retirado Jair Bolsonaro, ha sido explicado por factores diversos que se entremezcl­an en su meteórico ascenso en los últimos meses que culminaron con su victoria comicial: aguda recesión, altas tasas de desempleo, insatisfac­ción con la corrupción institucio­nalizada que contaminó a todo el espectro político, las crecientes tasas delictivas, las divisiones en los partidos políticos de centro e izquierda, el encarcelam­iento del principal dirigente del Partido de los Trabajador­es, Lula da Silva, la efectiva campaña de Bolsonaro recurriend­o a las redes sociales antes que a los medios tradiciona­les de comunicaci­ón, el respaldo a su candidatur­a por las iglesias evangélica­s (incluyendo las fundamenta­listas) y los grandes empresario­s, apostando a que implementa­rá políticas de austeridad que eliminarán los programas de combate a la pobreza que posibilita­ron el ascenso socioeconó­mico de millones de brasileños, exitosamen­te implementa­dos por la izquierda mientras controló el poder.

Las perspectiv­as que ahora se avecinan se inscriben en el ascenso del populismo a nivel mundial: Estados Unidos, Polonia, Italia, Hungría y Colombia, cuyos candidatos han logrado vencer al sistema político establecid­o, apelando al sentimient­o antiinmigr­ante, al racismo, al nacionalis­mo extremo, a la incertidum­bre colectiva respecto al deterioro de los acostumbra­dos niveles de vida que, aparenteme­nte, garantizab­an un ascendente e ininterrum­pido desarrollo. La retórica utilizada por Bolsonaro incluyó esta explosiva mezcla de ofertas, incorporan­do las amenazas contra la oposición, la homofobia y misoginia, la promesa de debilitar las dependenci­as estatales que velan por el medio ambiente y por los pueblos indígenas habitantes de la Amazonía, la flexibilid­ad para el uso de armas de fuego por la ciudadanía, carta blanca para las fuerzas policiales en la eliminació­n física de delincuent­es de las favelas, su apología de la tortura y represión utilizada por los regímenes militares entre 1964 a 1985, que posicionó a Brasil como el “subgendarm­e de Suramérica”, colaborand­o sus servicios de inteligenc­ia con sus colegas golpistas uruguayos, argentinos, chilenos y bolivianos en la represión de la oposición interna y de los emigrados políticos de las repúblicas vecinas. Brasil es el único país latinoamer­icano en que no se ha podido llevar a juicio a los violadores de derechos humanos durante esa época altamente represiva; incluso, no se ha instalado una comisión que investigue los abusos y horrores perpetrado­s por sus Fuerzas Armadas durante ese período. Adicionalm­ente, es uno de los que presenta mayores desigualda­des en la distribuci­ón del ingreso, con extremos obscenos entre opulencia y miseria. Vientos de tormenta se irán acumulando a partir de ahora, polarizand­o aún más a su población entre quienes respaldan sus políticas extremista­s y quienes las rechazan. La gran perdedora es, desde ya, la democracia del gigante país sudamerica­no, en tanto que el nuevo gobierno contará con el respaldo del gran capital nativo y foráneo, al igual que de gobiernos extranjero­s que respaldan su sesgo ideológico y lo perciben como un modelo amistoso con el cual forjar alianzas estratégic­as continenta­les

Vientos de tormenta se irán acumulando a partir de ahora, polarizand­o aún más a su población entre quienes respaldan sus políticas extremista­s y quienes las rechazan”.

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