2,000 migrantes ya están en la Ciudad de México
Los centroamericanos analizan escenarios para continuar su ruta a la frontera de Estados Unidos, a 1,000 kilómetros de donde se encuentran. Pedirán asilo en México y después ante el gobierno norteamericano, dicen
Miles de centroamericanos que sueñan con llegar a Estados Unidos despertaron ayer con donaciones de fruta y café caliente en un estadio deportivo en la capital de México, mientras el presidente Donald Trump ha convertido a la caravana de migrantes en un tema central de las elecciones de mitad de período que se celebraron en Estados Unidos.
Las autoridades contaron más de 2,000 migrantes en el estadio Jesús Martínez el lunes por la noche, pero la llegada de viajeros es continua.
Las instalaciones tienen capacidad para albergar a unas 6,000 personas. Cuatro grandes tiendas de campaña instaladas en el lugar ya están completas.
Las mujeres y los niños durmieron separados de los hombres. Los migrantes dormitaron sobre finos colchoestados nes y cubiertos con mantas para protegerse de la fría noche otoñal de la capital mexicana, ubicada a 2,240 metros sobre el nivel del mar.
Algunas personas exhibían ayer un brazalete que significa que ya habían sido censadas mientras decenas hacían fila para el comedor y para recoger pañales o ropa de bebé por las mesas instaladas en el estacionamiento del estadio.
Pero algunos migrantes se han quejado de la fal- ta de agua y ropa como Samuel Mejía, de 25 años, que viaja con su esposa de 19 y su niño de 10 meses. Los tres salieron de El Salvador acosados por las extorsiones que tenían que pagar a las pandillas a cambio de poder mantener abierta su panadería. Van hacia Los Ángeles, donde Mejía tiene un hermano.
Nashieli Ramírez, de la Comisión de Derechos Humanos de la capital, dijo que la ciudad se prepara para recibir unos 5,000 viajeros que podrán permanecer en el estadio el tiempo que sea necesario. Se estima que la caravana principal tiene alrededor de 4,000 integrantes, pero hay otros grupos más pequeños avanzando por el sur del territorio mexicano. Mientras esperan que toda la caravana quede reagrupada de nuevo, está previsto que los migrantes dediquen horas a descansar y a recibir asesoría legal sobre los requisitos para solicitar refugio en México o asilo en Unidos, dijo Alex Mensing, uno de los activistas que acompaña a los migrantes. Riña Valenzuela y cuatro amigos salvadoreños escuchaban atentos las explicaciones del Instituto Para las Mujeres en la Migración sobre las posibilidades de recibir asilo en México y Estados Unidos. Valenzuela resolvió que ya no seguirá con la caravana. “¿Para qué irme a pelear allá, tanto esfuerzo y tanto que hemos sufrido para que me regresen? Pues no”, dijo la mujer.
Aunque todo apunta a que tendrán que esperar unos tres días hasta que se reinicie la marcha, Nolvia Aceituno se mostró optimista. “Aquí ya estamos mejor que en Honduras”, dijo la hondureña de 29 años que dejó a su hija de 14 con su madre en San Pedro Sula y viaja con cinco familiares. “Vamos a llegar hasta allá a pedir asilo a Donald Trump”, agregó.
La caseta que más gente recibe, fuera de las horas de la comida, es la de la Cruz Roja. Muchos migrantes buscan tratamiento para las ampollas y dolores de pies, infecciones respiratorias, diarrea y otras enfermedades. Los funcionarios municipales administraron vacunas contra el tétano y la influenza y la organización benéfica Oxfam ofreció donar 20 retretes portátiles.
La Ciudad de México está a más de 1,000 kilómetros del cruce fronterizo con Estados Unidos más cercano: Mcallen, Texas.
Tres caravanas de migrantes están cruzando México en dirección al norte. El grupo más grande fue el primero en ingresar. Le siguió otro de unos 1,500 migrantes, según las estimaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que cruzó desde Guatemala la semana pasada. Un tercero de aproximadamente el mismo tamaño vadeó el pasado viernes el río Suchiate, en la frontera entre México y Guatemala.
Según la Secretaría de Gobernación, en las últimas semanas 2,793 migrantes solicitaron refugio y unos 500 pidieron asistencia para regresar a sus países de origen.
La ayuda humanitaria converge en el estadio. Los migrantes removían alteros de ropa donada, tomaban cajas de leche para sus niños y se formaban para llamar a sus casas desde una cabina instalada por la Cruz Roja.
Cientos de empleados municipales y voluntarios asistían para organizar las donaciones e indicar a los migrantes dónde encontrar alimentos, agua, pañales y otros artículos de primera necesidad