¿Qué nos pasa?
Honduras, insisto, es un país bendecido; entre más visito el interior del territorio nacional, más me convenzo de que Dios y su naturaleza nos prodigaron de riquezas que los hondureños, desagradecidos, nos hemos resistido a disfrutar. Belleza en todos sus parajes, escenarios naturales propios para la mayor explotación turística; territorio magnífico en sus cuencas hidrográficas, suficientes como para generar nuestra propia energía y mandar al carajo toda la importación de combustibles caros y con la que podremos alumbrar nuestras casas, impulsar nuestras industrias y hasta venderle a los vecinos; tierra esplendorosa en sus yacimientos minerales de oro, plata, hierro y otros no metálicos, suficientes para incorporarnos a la lista de países que han superado la pobreza haciendo la más amigable explotación del subsuelo sin perjudicar el ambiente.
¿Qué nos pasa entonces? ¿Por qué hemos sucumbido ante la indolencia, incapacidad, corrupción e irresponsabilidad de nuestra dirigencia política, que es la responsable de conducir la nave del Estado hacia puertos de mayor bienestar para todo un pueblo y no solo para un reducido número de burócratas y sus satélites privados que medran alrededor del panal de corrupción que les da al sustento de sus ilegítimas ambiciones? ¿Qué nos pasa?
¿Por qué no ponemos contra la pared (no para fusilarlos sino para exhibirlos) a todos estos seudodirigentes timoratos y perversos que no han sido capaces de condu- cir el tan ansiado Diálogo Nacional?, diálogo que demanda todo un pueblo sediento de justicia.
¿Por qué no desnudamos a esos cuatro, diez o veinte individuos que juegan Monopolio con los destinos de este país, marginando a nueve millones de hondureños, boicoteando los esfuerzos que realizan muchos compatriotas por encontrar juntos el camino hacia esa nueva Honduras que anhelamos, una Honduras justa, digna, próspera y respetada por propios y extraños?
¿Y por qué no descubrimos a esos usurpadores del destino del país, que en su afán de proteger sus despreciables apetitos de poder apartan sin lástima a todos aquellos sectores genuinos que son los que verdaderamente producen, emplean compatriotas, generan riquezas y alimentos y, en general, son los pilares auténticos de nuestro desarrollo?
Solo miremos el circo en que han convertido el tan necesario Diálogo Nacional los corifeos del desorden. ¡Desnudémoslos!
La única razón por la que no ha avanzado este instrumento de entendimiento entre gente civilizada es porque los cabezones lo único que buscan es lograr impunidad para sus violaciones a la ley o la moral, a la Constitución de la República, a los delitos de traición a la Patria, que son todos hechos consumados y cuyo único destino solo es el enjuiciamiento, sentencia y condena.
Ni constituyentes ni plebiscitos ni componendas o encerronas pueden, en derecho, borrar y dejar impunes estas puñaladas al corazón de todo un noble pueblo hondureño, perpetrados por timbucos y calandracas disfrazados todos de falsos redentores.
Señor, hasta cuándo este calvario
¿Por qué no ponemos contra la pared (no para fusilarlos sino para exhibirlos) a todos estos seudodirigentes timoratos y perversos que no han sido capaces de conducir el tan ansiado Diálogo Nacional?, diálogo que demanda todo un pueblo sediento de justicia”.