Lecciones que saqué de Tecnópolis 2018
Recibí con entusiasmo la iniciativa del CNA de esta semana. Pude asistir a la presentación “Tecnópolis 2018”; un despliegue multimedia de alta calidad que muestra en blanco y negro la realidad de la corrupción y el subdesarrollo de Honduras. Dos de los principales males que enfrenta nuestro país. Me quedaron muy claros los efectos devastadores en áreas tan sensibles como la salud, la educación y la violencia. En casi todos los indicadores de desarrollo y transparencia contamos con datos poco alentadores. Por ejemplo, en el Índice de Percepción de la Corrupción estamos en la posición 135 de 180. Según datos de Fosdeh, en el 2017 el 68% de la población está en nivel de pobreza. El 44.2% de la población total se ubica el umbral de indigencia y el 56% de los hondureños está subempleado. El coeficiente de Gini que mide la desigualdad nos coloca en el penúltimo país más desigual de Centroamérica. El World Justice Project, que evalúa ocho factores que califican a un país como un Estado de derecho, nos ubica en la desalentadora antepenúltima posición del continente americano. Prácticamente no existe aspecto importante de desarrollo en el que no tengamos retos importantes.
La verdad a veces es dolorosa, pero es imposible quedarse indiferente al ver con claridad las evidencias de formar parte de una sociedad injusta, con poco apego a las leyes, desordenada y desigual. No hemos llegado a ser percibidos como uno de los países más corruptos de América de la noche a la mañana. Tal vez nosotros mismos hemos sido testigos mudos de un proceso gradual, casi imperceptible del establecimiento de una cultura permisiva, acomodada, indiferente y perezosa. Sin embargo, achacar este mal a un solo sector de la sociedad es, sin duda, injusto. Las generalizaciones simplificadoras también. La colaboración para denunciar y judicializar es importante, ser conscientes de las consecuencias es profuncivil damente necesario, pero nos quedaríamos cortos si no ahondáramos en las causas y, sobre todo, en plantear soluciones a todo nivel.
Entre las causas de la corrupción existen factores personales, culturales, institucionales y organizativas. La codicia personal, el declive de la sensibilidad ética, la falta de sentido de servicio y el poco coraje para denunciar se pueden trabajar desde la educación en valores. De esta forma, cambiarían los entornos culturales tolerantes con la corrupción. La falta de transparencia, las regulaciones y controles poco eficientes junto con combatir los procesos judiciales lentos corresponde impulsarlo desde el fortalecimiento de la institucionalidad. Pero también es necesario el compromiso de todas las entidades de la sociedad y empresarial para combatir la falta de criterios morales en la selección de las personas que dirigen esas instituciones y en el compromiso de aplicar sanciones ejemplares a los que ceden a la tentación de comportamientos poco éticos. La solución a largo plazo está en dar una conveniente educación en la honestidad y en el respeto de las leyes.
No olvido una encuesta de hace algunos años en la que el 42% de los jóvenes de un determinado país justificaban la evasión de impuestos y el fraude. Como educador, Tecnópolis 2018 me deja el compromiso de procurar ser más ejemplar en la honradez y en continuar educando en este y otros valores a mis estudiantes. Agradezco y aplaudo al CNA por esta iniciativa
Sin quitar un ápice de responsabilidad al gobierno y a la clase política, a quienes podríamos culpar de falta de honestidad, incapacidad y ausencia de formación política; la corrupción es un fenómeno complejo en el que intervienen por acción u omisión múltiples actores”.