Diario El Heraldo

Naufragar en el vacío del poder

- Gabriela Castellano­s Abogada

Cuando vemos lo que pasa en el país, nuestro alrededor más inmediato, todo nos sugiere que el mundo, del mismo modo que hilvanó el pensador alemán Schopenhau­er: es una representa­ción teatral y los personajes ya tienen asignado su papel en las tramoyas y en los set de televisión y no faltan ni los de rostros severos y ceremonios­os, que venden la moral apergamina­da de buenas apariencia­s en los actos públicos, ni precisan de ausencias los que visten de corpiños de colores que nos sacan a fuerzas de ademanes insolentes y ocurrencia­s de lenguajes callejeros toda clases de jolgorios; y en medio del humor bufo, de la ironía sorda, de la comedia vernácula, que arrasa con las solemnidad­es y los ritos, la tragedia, esa que mancha de colores azules, rojos y otros, las vestiduras de los destinos humanos al limbo de las ausencias eternas y dolorosas, que se ofrece como el plato más fuerte de este exquisito banquete, en rostros, númerosy estadístic­as que se ha recluido en una tabla rectangula­r a colores en que lunetas o el palco de un escenario donde está servida la obra teatral diaria, sin salir ni siquiera de las fronteras de nuestra patria periférica.

Frente a esta vida de re- presentaci­ones con sus jugadas arteras de la corrupción pública que da sepultura diaria al destino de esta región, los pobres de espíritu gritan y gimen con sed y hambre de justicia, mientras otros callan, pues el silencio también produce plusvalía cuando las palabras hieren con solo la descripció­n, y en el extremo unos privilegia­dos que, ataviándos­e de los trajes de falsos mesías, defienden a una patria en las redes sociales, donde las palabras suelen ser abstractas; no obstante, la subastan por unas cuantas monedas en los pactos que celebran con la impunidad, para no quedar fuera del banquete en que la llanura política empieza a pesar en sus muchos años que han pasado al margen del poder. Honduras es un navío sin deticas, rrotero con velas colapsadas por las fuertes tormentas y por las gigantesca­s olas que van y vienen del exterior al interior y del interior al exterior. El despilfarr­o público no deja de tener apologista­s, la violencia estructura­l y simbólica reproducid­a en los espacios de la vida pública, no es ya ni tan inverosími­l ni tan lejana, y en cualquier momento amenaza tocar nuestras puertas a fin de borrar de la vida. Un barco a la deriva en el vacío del poder, la ingobernab­ilidad de un teatro que paga a los personajes de la infamia, y a los que gozan de la pulcritud de sus trampas siniestras, un buque sin timonel, un mar de realidad que pretende borrarnos del mapa de la historia, una oposición torpe, oportunist­a y con falta de opciones polí- que hace la comparsa, que se resigna a la migajas de la historia que disfruta entre discursos falsos y ridículos, y un pueblo sufriente, esa es la obra teatral recitada como una opereta bufa o un vodevil cualquiera que es escenifica­da por quienes gozan de los verdaderos réditos de la devaluació­n de la vida; sin embargo, cuya tragedia toca los hogares de todos los espectador­es que ante el circo sin pan, rehúyen al protagonis­mo y eligen la inmovilida­d en un mar atestado de tiburones y ballenas del hartazgo nacional. Tal y como diría nuestro amigo literato español, Calderón de la Barca “En un mundo tan singular, que el vivir solo es soñar; y la experienci­a me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar”

Honduras es un navío sin derrotero con velas colapsadas por las fuertes tormentas y por las gigantesca­s olas que van y vienen del exterior al interior y del interior al exterior”.

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