Naufragar en el vacío del poder
Cuando vemos lo que pasa en el país, nuestro alrededor más inmediato, todo nos sugiere que el mundo, del mismo modo que hilvanó el pensador alemán Schopenhauer: es una representación teatral y los personajes ya tienen asignado su papel en las tramoyas y en los set de televisión y no faltan ni los de rostros severos y ceremoniosos, que venden la moral apergaminada de buenas apariencias en los actos públicos, ni precisan de ausencias los que visten de corpiños de colores que nos sacan a fuerzas de ademanes insolentes y ocurrencias de lenguajes callejeros toda clases de jolgorios; y en medio del humor bufo, de la ironía sorda, de la comedia vernácula, que arrasa con las solemnidades y los ritos, la tragedia, esa que mancha de colores azules, rojos y otros, las vestiduras de los destinos humanos al limbo de las ausencias eternas y dolorosas, que se ofrece como el plato más fuerte de este exquisito banquete, en rostros, númerosy estadísticas que se ha recluido en una tabla rectangular a colores en que lunetas o el palco de un escenario donde está servida la obra teatral diaria, sin salir ni siquiera de las fronteras de nuestra patria periférica.
Frente a esta vida de re- presentaciones con sus jugadas arteras de la corrupción pública que da sepultura diaria al destino de esta región, los pobres de espíritu gritan y gimen con sed y hambre de justicia, mientras otros callan, pues el silencio también produce plusvalía cuando las palabras hieren con solo la descripción, y en el extremo unos privilegiados que, ataviándose de los trajes de falsos mesías, defienden a una patria en las redes sociales, donde las palabras suelen ser abstractas; no obstante, la subastan por unas cuantas monedas en los pactos que celebran con la impunidad, para no quedar fuera del banquete en que la llanura política empieza a pesar en sus muchos años que han pasado al margen del poder. Honduras es un navío sin deticas, rrotero con velas colapsadas por las fuertes tormentas y por las gigantescas olas que van y vienen del exterior al interior y del interior al exterior. El despilfarro público no deja de tener apologistas, la violencia estructural y simbólica reproducida en los espacios de la vida pública, no es ya ni tan inverosímil ni tan lejana, y en cualquier momento amenaza tocar nuestras puertas a fin de borrar de la vida. Un barco a la deriva en el vacío del poder, la ingobernabilidad de un teatro que paga a los personajes de la infamia, y a los que gozan de la pulcritud de sus trampas siniestras, un buque sin timonel, un mar de realidad que pretende borrarnos del mapa de la historia, una oposición torpe, oportunista y con falta de opciones polí- que hace la comparsa, que se resigna a la migajas de la historia que disfruta entre discursos falsos y ridículos, y un pueblo sufriente, esa es la obra teatral recitada como una opereta bufa o un vodevil cualquiera que es escenificada por quienes gozan de los verdaderos réditos de la devaluación de la vida; sin embargo, cuya tragedia toca los hogares de todos los espectadores que ante el circo sin pan, rehúyen al protagonismo y eligen la inmovilidad en un mar atestado de tiburones y ballenas del hartazgo nacional. Tal y como diría nuestro amigo literato español, Calderón de la Barca “En un mundo tan singular, que el vivir solo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar”
Honduras es un navío sin derrotero con velas colapsadas por las fuertes tormentas y por las gigantescas olas que van y vienen del exterior al interior y del interior al exterior”.