Las lecciones de un aumentito
Hay que empezar reconociendo que el aumentito salarial encontró dormido al magisterio hondureño. Después de nueve años de represión y campañas casi permanentes de desprestigio a este gremio tan importante, los docentes hondureños se convirtieron en un conglomerado sumiso y conformista. Desde los despidos y suspensiones de dirigentes magisteriales en el gobierno de Porfirio Lobo, el magisterio y sus organizaciones evidenciaron una débil o inexistente conciencia de clase. Se abandonaron las luchas y fuimos arrinconados en los centros educativos, con la vergüenza del miedo a perder la chamba. Esa estrategia le funcionó a la perfección al gobierno nacionalista para desmovilizar a las organizaciones magisteriales. Aunque debemos reconocer que en el país hacía falta un ordenamiento del sistema educativo para garantizar a niños y jóvenes actividad académica en el aula. Comenzó la cultura del silencio, de la no protesta, del sálvese quien pueda. Los docentes despedidos y suspendidos no recibieron ningún apoyo, fueron realmente olvidados. El despido emblemático del profesor Roberto Ordóñez, director del Instituto Central Vicente Cáceres, el colegio más grande del país, provocó pavor y ni sus compañeros supieron defenderlo. Dos presidentes del Colegio de Profesores de Educación Media de Honduras (Copemh) despedidos y también sin defensa de su misma organización. El magisterio dejó de ser un gremio combativo para convertirse en el más dócil de los grupos profesionales del país. Duele decirlo, pero es así. Muchos dirigentes magisteriales asumieron la posición cómoda de desempeñar cargos abandonando la lucha y a sus bases. En el caso del Copemh, la falta de propuestas de la dirigencia y el inexistente trabajo de formación de la base magisterial terminaron con la combatividad de esta ejemplar organización. Hay que reconocer que centenares de docentes dignos convirtieron el aula en un espacio de lucha clandestino, arriesgando su trabajo con la formación de valores en los jóvenes, desnudando en el aula la corrupción gubernamental. En general, a pesar del maltrato del gobierno, los maestros han sido fieles a su compromiso académico. Después del golpe de Estado en el 2009, el gobierno fue dando golpes cotidianos al magisterio indefenso. A vista de todos descapitalizó el Instituto Nacional de Previsión del Magisterio, robando al final el derecho a una jubilación digna. Ningún maestro duda al pensar que el Inprema nos fue robado. Hábilmente el gobierno pretendió culpar a los dirigentes magisteriales, cuando sin escrúpulos es el gobierno mismo y la banca privada quienes descapitalizan y usufructúan esta institución. La lección más importante del aumentito es que se deben buscar formas nuevas de lucha, que como en el caso de la iniciativa ciudadana promovida por el Coprumh obligue al gobierno a respetar los derechos del magisterio. Pero la lección más hermosa es la resurrección del magisterio, ese gigante que sin duda no está muerto y que con esta conquista, después de nueve años de acoso gubernamental, podría retomar, con otros estilos de lucha, en unión con padres y alumnos una demanda por inversión y atención significativa a la educación, exigencia a la que el actual gobierno, desprestigiado por la corrupción, tendrá que ceder
El aumentito no es un regalo navideño del gobierno. Un grupo de dirigentes, principalmente del Coprumh, desarrollaron una lucha inteligente a la que el gobierno terminó cediendo antes que ver a los docentes en la calle pidiendo su derecho”.