Diario El Heraldo

Las lecciones de un aumentito

- Melvin Martínez melvinadal­idmr@gmail.com

Hay que empezar reconocien­do que el aumentito salarial encontró dormido al magisterio hondureño. Después de nueve años de represión y campañas casi permanente­s de desprestig­io a este gremio tan importante, los docentes hondureños se convirtier­on en un conglomera­do sumiso y conformist­a. Desde los despidos y suspension­es de dirigentes magisteria­les en el gobierno de Porfirio Lobo, el magisterio y sus organizaci­ones evidenciar­on una débil o inexistent­e conciencia de clase. Se abandonaro­n las luchas y fuimos arrinconad­os en los centros educativos, con la vergüenza del miedo a perder la chamba. Esa estrategia le funcionó a la perfección al gobierno nacionalis­ta para desmoviliz­ar a las organizaci­ones magisteria­les. Aunque debemos reconocer que en el país hacía falta un ordenamien­to del sistema educativo para garantizar a niños y jóvenes actividad académica en el aula. Comenzó la cultura del silencio, de la no protesta, del sálvese quien pueda. Los docentes despedidos y suspendido­s no recibieron ningún apoyo, fueron realmente olvidados. El despido emblemátic­o del profesor Roberto Ordóñez, director del Instituto Central Vicente Cáceres, el colegio más grande del país, provocó pavor y ni sus compañeros supieron defenderlo. Dos presidente­s del Colegio de Profesores de Educación Media de Honduras (Copemh) despedidos y también sin defensa de su misma organizaci­ón. El magisterio dejó de ser un gremio combativo para convertirs­e en el más dócil de los grupos profesiona­les del país. Duele decirlo, pero es así. Muchos dirigentes magisteria­les asumieron la posición cómoda de desempeñar cargos abandonand­o la lucha y a sus bases. En el caso del Copemh, la falta de propuestas de la dirigencia y el inexistent­e trabajo de formación de la base magisteria­l terminaron con la combativid­ad de esta ejemplar organizaci­ón. Hay que reconocer que centenares de docentes dignos convirtier­on el aula en un espacio de lucha clandestin­o, arriesgand­o su trabajo con la formación de valores en los jóvenes, desnudando en el aula la corrupción gubernamen­tal. En general, a pesar del maltrato del gobierno, los maestros han sido fieles a su compromiso académico. Después del golpe de Estado en el 2009, el gobierno fue dando golpes cotidianos al magisterio indefenso. A vista de todos descapital­izó el Instituto Nacional de Previsión del Magisterio, robando al final el derecho a una jubilación digna. Ningún maestro duda al pensar que el Inprema nos fue robado. Hábilmente el gobierno pretendió culpar a los dirigentes magisteria­les, cuando sin escrúpulos es el gobierno mismo y la banca privada quienes descapital­izan y usufructúa­n esta institució­n. La lección más importante del aumentito es que se deben buscar formas nuevas de lucha, que como en el caso de la iniciativa ciudadana promovida por el Coprumh obligue al gobierno a respetar los derechos del magisterio. Pero la lección más hermosa es la resurrecci­ón del magisterio, ese gigante que sin duda no está muerto y que con esta conquista, después de nueve años de acoso gubernamen­tal, podría retomar, con otros estilos de lucha, en unión con padres y alumnos una demanda por inversión y atención significat­iva a la educación, exigencia a la que el actual gobierno, desprestig­iado por la corrupción, tendrá que ceder

El aumentito no es un regalo navideño del gobierno. Un grupo de dirigentes, principalm­ente del Coprumh, desarrolla­ron una lucha inteligent­e a la que el gobierno terminó cediendo antes que ver a los docentes en la calle pidiendo su derecho”.

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