Eso que hizo prosperar a Taiwán
Casi todo mundo se asombra por lo que ha hecho Taiwán, que en unas cuantas décadas pasó de una economía agrícola, limitada, basada en mano de obra, a convertirse en una fuerza financiera mundial y en una alusión inmediata a la alta tecnología, como fabricante, como usuario. ¿Qué podríamos aprender?
Si contrastamos cómo eran Taiwán y Honduras hace 60 años, la descomunal ventaja que nos lleva obliga a preguntar, ¿qué es lo que hicimos tal mal? Un par de datos: nuestro Producto Interno Bruto (PIB) el año pasado fue de unos 23 mil millones de dólares, y el de esta pequeña isla en el Pacífico alcanzó los 573 mil millones de dólares. ¡Ni comparación! ¿Entonces?
Hace veintidós años estuve por primera vez allí y me impresionó; ahora he regresado y me impactó. En 1996 no estaban algunas autopistas y túneles larguísimos; todavía la Torre 101 no rasgaba el cielo y mantenía por varios años la categoría de edificio más alto del mundo; no estaba el metro, que como torrente sanguíneo circula por el subsuelo de Taipéi, repleto y puntual; ni el tren de alta velocidad disminuía el tiempo de viaje entre norte y sur de este país de 36 mil kilómetros cuadrados, apenas un poco más grande que Olancho.
Claro que no es una historia de vino y rosas; una sinopsis diría que Taiwán resultó de una cruenta guerra civil en China continental, al terminar la última dinastía, la Qing, en 1912. Millones de muertos, intervención extranjera y años de enfrentamientos entre el Partido Comunista y el Nacionalista (Kuomintang) derivaron, en 1949, en la instalación de este último, liderado por Chian Kai Shek, en el sitio que los navegantes europeos llamaron Formosa (isla hermosa). Desde entonces hay tensiones entre los dos lados por el reclamo del territorio.
Con todo, Taiwán comenzó el proceso en 1953, con su primer programa económico, para superar la etapa agrícola y obrera, mejorar la industria ligera y la sustitución de importaciones, que creó mucho empleo. En la década siguiente llegó la expansión de las exportaciones y la atracción de inversión. En los años 70 le apostó a la industria pesada: se instaló la manufactura del acero, un astillero y la empresa petroquímica. Desde 1980 el asombroso desarrollo tecnológico.
Si lo pensamos, todos hemos tenido siempre algo “Made in Taiwán”: un juguete plástico, unos lápices, alguna camisa, una radio, y ahora la alta tecnología con sus marcas mundiales de televisores, computadoras y celulares; y lo que no notamos, porque es líder en la fabricación de obleas de silicio (bueno, circuitos integrados), en pantallas LCD y OLED, y en redes inalámbricas LAN para Internet. También construye carros, motos eléctricas y bicicletas de alta gama. No hay milagro, solo educación y trabajo.
Después de la mano dura con que gobernó Chian Kai Shek hasta 1973, seguido por su hijo, Chian Ching Kuo, hasta su muerte en 1988, Taiwán inició un proceso democrático que ha permitido elecciones libres y alternancia en el gobierno. Tiene una agitada vida política, especialmente entre el Kuomingtan y el Partido Progresista Democrático, que gobierna actualmente.
Ahora se habla de justicia social: garantía de vivienda, seguridad alimentaria, mejora de pensiones y seguridad pública, para la estabilidad colectiva de sus 23 millones de habitantes. Ah, sin olvidar lo que también incluye a nuestro país: su cooperación técnica y económica. No me alcanza para decirlo todo: sus ciudades lindas, su gente cálida y amable, hacen olvidar las veinte horas de vuelo de ida y otras tantas de regreso, y el jet lag espantoso
Si contrastamos cómo eran Taiwán y Honduras hace 60 años, la descomunal ventaja que nos lleva obliga a preguntar, ¿qué es lo que hicimos tal mal?”.