Diario El Heraldo

RUIZ MATUTE: LA ÚLTIMA PINCELADA FUE EN EL ALMA

Miguel Ángel Ruiz Matute Murió para continuar vivo en su pintura, he allí la Maravillos­a Resurrecci­ón de los grandes artistas

- Carlos LANZA

“Mientras viva el arte, nunca tendré que aceptar que el hombre está muerto”.

Giorgio Vasari

“Si hay un maestro de la pintura hondureña que sabe concentrar y dispersar la luz, ese es Miguel Ángel Ruiz Matute. No hay nada de lo humano que no haya sido tocado por su pincel”. CARLOS LANZA crítico de arte

El 23 de diciembre a las 12:30 PM, hora de Londres, Inglaterra, murió Miguel Ángel Ruiz Matute, el último maestro de la modernidad pictórica hondureña. Recuerdo cuando el licenciado Juan Manuel Posee me propuso en el año 2008 hacer un libro sobre los artistas que habían garantizad­o la continuida­d de la tradición moderna hondureña y que aún estaban vivos; se refería a Gelasio Giménez (cubano), Mario Castillo, Moisés Becerra, Benigno Gómez y Miguel Ángel Ruiz Matute. “Estos maestros están avanzados en edad y en cualquier momento van a morir, hay que reunirlos y hacer un libro sobre ellos y a usted le encomiendo la curaduría de este proyecto”, me dijo Posee. Tenía Razón, con la muerte de Ruiz Matute se cerró el ciclo: los cinco murieron en una década; como una premonició­n, Gelasio Giménez murió meses después de iniciado el proyecto. El resultado final de esa curaduría fue el libro “Cinco maestros de la plástica hondureña”, publicado por el Museo del Hombre Hondureño bajo la edición de Ileana Cerrato y el registro fotográfic­o de Rubén Merlo López. Como trágico suceso, que agrega un doloroso claroscuro a esta experienci­a, también murió el licenciado Posee, gestor del proyecto.

Miguel Ángel Ruiz Matute nació en la ciudad de San Pedro Sula, Honduras, el 1 de marzo de 1928. Fue discípulo del gran muralista mexicano Diego Rivera y del artista Juan O’gorman. En 1956 trabajó con Rivera en los murales de la ciudad universita­ria de la capital federal y especialme­nte en el que decora el Teatro Insurgente­s. A finales de la década de 1950 llega a España, don- de se integra a la Academia de San Fernando. Después de su estadía en Francia, donde fue en búsqueda de una dimensión más universal de su obra, regresó a España a realizar una de sus muestras más importante­s en la galería de la Editora Nacional de Madrid. En los años sesenta retorna a Honduras y expone bajo el patrocinio de la Universida­d Nacional. Entre la década de 1970 y 1980, Ruiz Matute fue agregado cultural de la Embajada de Honduras, primero en Madrid, después en Londres y finalmente en Roma. En 1999 realizó una importante exposición en la Galería Portales de Tegucigalp­a. La exposición realizada en febrero del año 2016 en el salón del Banco Atlántida que, a su vez, regis- tra su última visita al país, fue una de las retrospect­ivas más completas de su trabajo. Miguel Ángel Ruiz Matute tiene el mérito de haber participad­o en las tres bienales hispanoame­ricanas de arte (1951, en Madrid, España, 1954 en La Habana, Cuba y 1956 en Barcelona, España).

En la bienal hispanoame­ricana celebrada en La Habana, Cuba en 1954, obtuvo el Premio Bilbao. Ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Arte Pablo Zelaya Sierra.

Dentro de su producción trabajó murales y temas en series. “Los toreros”, “Lázaro a la luz” y “Los contemplad­os” fueron, a mi juicio, los conjuntos de trabajos mejor logrados; su serie de retratos también es espectacul­ar, considero que junto a Mario Castillo conformaro­n la maestría del retrato hondureño; trabajó el género del paisaje, pero su paisaje no era descriptiv­o, era solo un buen argumento para mostrar su oficio en el manejo del color.

Un pintor de la modernidad

En la obra de Ruiz Matute, el color ya no fue más la pasta que animaba el dibujo, el color pasó a ser en muchas ocasiones el nervio de la obra. El color fue trazo, línea, textura, recurso psíquico, elemento compositiv­o, movimiento y ritmo; todas estas cualidades han conformado su estética, convirtién­dola en el centro de los fundamento­s de la pintura hondureña; desafortun­adamente, las nuevas generacion­es no han asimilado este extraordin­ario legado que nos dejó el maestro.

Pintor de corte expresioni­sta, pero su expresioni­smo no llegó a ser violento, su pincelada, sin ser académica, tampoco llegó a ser decididame­nte vanguardis­ta, hay

en Ruiz Matute un expresioni­smo cargado de metáforas que seducen por su tono lírico y no por el ímpetu de su paleta. Ha sido el gran maestro de las veladuras, de los empastes que pueden pasar de zonas cargadas a delgadas, dejando escapar la luz con una fuerza inusitada, esta capacidad de variedad tonal sobre la base de empastes densos y fluidos tienen su mejor impronta en la serie “Lázaro a la luz”. El manejo de las texturas visuales y matéricas es otro de los grandes legados de su trabajo. El arte moderno se caracteriz­ó por explorar nuevas referencia­lidades espaciales, esa fue la lucha de Cezanne, de Monet, de Picasso y otros maestros de la modernidad, Ruiz Matute asimiló como pocos en Honduras esta herencia, es por ello que su pintura es un diálogo entre luz y espacio. Los proyectos pictóricos del maestro no solo revelaban el oficio de un artista consolidad­o, eran a su vez documentos pedagógico­s visuales, porque en sus obras las nuevas generacion­es de pintores pueden reconocer los argumentos para ejecutar una pintura que lleve en su estructura los signos de la época.

Ruiz Matute nos enseña que el oficio de pintar no

pasa por describir un tema, se trata, sobre todo, de dialogar con el mundo desde la estructura del color; para el maestro, el color es el principio y el fin de la pintura, quien tiene dominio del color sabrá comunicar sus ideas más intensas y sus sentimient­os más profundos; es bajo esta lógica que se movió el oficio de este pintor que encontró en la modernidad el camino que guio su trabajo.

Moderno porque supo desligar el color de la rigidez académica, porque encontró en el color y su comportami­ento la vía para articular su estética, porque su pintura fue al encuentro de problemas existencia­les que, sin pertenecer necesariam­ente al conflicto social, pertenecen a la angustia, a la soledad y a la incertidum­bre de la humanidad actual.

Su gramática visual

Las relaciones entre poesía y pintura quedaron establecid­as en la majestuosa escritura visual del poema de Rafael Heliodoro Valle “Jazmines del cabo”; las relaciones entre pintura e historia se pueden ver en su tradición muralístic­a; las relaciones entre pintura e introspecc­ión se pueden apreciar en la cantidad de retratos realizados a personajes del mundo de la literatura, la política y del arte en general; los retratos a don Arturo López Rodezno y a Pablo Zelaya Sierra expresan maestría introspect­iva, capacidad de develar con el color la profundida­d psíquica de sus retratados; lo mismo sucede con el retrato que pintó al poeta Óscar Acosta: una lúcida inteligenc­ia gravitando en una atmósfera de tonos verdes. Las relaciones entre pintura y paisaje quedan evidenciad­as en una metáfora de luz que envuelve las obras, todo su paisaje, como indiqué líneas atrás, antes que descripció­n, es composició­n a base de luz; si hay un maestro de la pintura hondureña que sabe concentrar y dispersar la luz, ese es Miguel Ángel Ruiz Matute. No hay nada de lo humano que no haya sido tocado por su pincel.

La obra de Ruiz Matute se ha consagrado como parte de la magnífica tradición pictórica hondureña, ha vivido para pintar, quienes entregan su vida al arte nos dejan una perspectiv­a de humana esperanza. Honduras tiene la honra de tener entre sus ciudadanos a uno de los hombres que supo sentir al país y al mundo en la luz de sus pinceles. Su última pincelada fue en el alma, allí dejo sentir su transparen­cia de luz, fue en el alma de la humanidad donde el pincel de Miguel Ángel Ruiz Matute alcanzó su gloria infinita

 ??  ?? “Autorretra­to en verdes” En esta obra, el maestro captó sus rasgos de personalid­ad esenciales: prestancia, disciplina y firmeza. Es un estudio visual a partir de su yo interior.
“Autorretra­to en verdes” En esta obra, el maestro captó sus rasgos de personalid­ad esenciales: prestancia, disciplina y firmeza. Es un estudio visual a partir de su yo interior.
 ??  ?? De la serie “Lázaro a la luz”, magnífica metáfora, aquí la luz es diáfana, es conceptual porque dispersa las tinieblas de la muerte para exponer todo el esplendor del resucitado.
De la serie “Lázaro a la luz”, magnífica metáfora, aquí la luz es diáfana, es conceptual porque dispersa las tinieblas de la muerte para exponer todo el esplendor del resucitado.
 ??  ?? “PABLO Zelaya Sierra”. El retrato en la estética de Ruiz Matute no es un recurso figurativo, es una forma de explorar lo más profundo de la psiquis humana.
“PABLO Zelaya Sierra”. El retrato en la estética de Ruiz Matute no es un recurso figurativo, es una forma de explorar lo más profundo de la psiquis humana.
 ??  ?? De la serie “Los Contemplad­os”. El tema puede resultar dramático, pero el tratamient­o expresioni­sta de Ruiz Matute no era Agresivo, su pincelada era suave, evaporaba el Cuerpo y los objetos Basado en veladuras, el maestro disfrutaba del equilibrio tonal.
De la serie “Los Contemplad­os”. El tema puede resultar dramático, pero el tratamient­o expresioni­sta de Ruiz Matute no era Agresivo, su pincelada era suave, evaporaba el Cuerpo y los objetos Basado en veladuras, el maestro disfrutaba del equilibrio tonal.
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 ??  ?? Detalle de “Los Contemplad­os”. Publicamos esta imagen para mostrar Cómo el trazo pictórico del maestro podía derivar HACIA zonas Abstractas, donde la forma quedaba sustentada exclusivam­ente en los tonos de Color.
Detalle de “Los Contemplad­os”. Publicamos esta imagen para mostrar Cómo el trazo pictórico del maestro podía derivar HACIA zonas Abstractas, donde la forma quedaba sustentada exclusivam­ente en los tonos de Color.
 ??  ?? En el Año 2008, el fotógrafo Rubén Merlo López tuvo el privilegio de reunir en su estudio A Gelasio Giménez, Denigno Gómez, Mario Castillo, Moisés Decerra y Miguel Ángel Ruiz, para hacer esta foto que se volvió histórica; todos murieron en la última década.
En el Año 2008, el fotógrafo Rubén Merlo López tuvo el privilegio de reunir en su estudio A Gelasio Giménez, Denigno Gómez, Mario Castillo, Moisés Decerra y Miguel Ángel Ruiz, para hacer esta foto que se volvió histórica; todos murieron en la última década.
 ??  ?? “Morazán y Valle”. Ruiz Matute incursionó en la “pintura de historia”, pero lo que seduce de esta obra no es el tema, es la perfecta Composició­n y juego de transparen­cias, es decir, la Búsqueda de la espacialid­ad Con Base en la luz.
“Morazán y Valle”. Ruiz Matute incursionó en la “pintura de historia”, pero lo que seduce de esta obra no es el tema, es la perfecta Composició­n y juego de transparen­cias, es decir, la Búsqueda de la espacialid­ad Con Base en la luz.

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