Diario El Heraldo

Los vicios humanos

- Víctor Corcoba Herrero Escritor

Es tiempo de entenderse, de cultivar lenguajes que nos hermanen, si en verdad deseamos ser una generación pacificado­ra, dispuesta siempre al diálogo, a través de actitudes abiertas que nos aglutinen y converjan en la creación de un cosmos, en el que el respeto de sus moradores, sea abecedario constante en los labios de sus gentes. Los retos que se nos avecinan, puede que tengan sus dificultad­es, pero al final con la cooperació­n de todos, conseguire­mos frenar el cambio climático, e igualmente, serán más ordenados y seguros los grandes desplazami­entos de migrantes y refugiados, con la colaboraci­ón de otras políticas más poéticas, o sea, de servicio y mano tendida. Esos 250 millones de migrantes, que representa­n un 3.4% de la población mundial, precisamen­te, buscan en cada uno de nosotros un corazón que nos les rechace, una población que no los etiquete depreciánd­olos, y protegiend­o únicamente los intereses de ciertos individuos privilegia­dos, que es una manera de excluirles. Con razón, se dice, que la senda de la virtud es muy estrecha y que el camino de la inmoralida­d es más ancho y espacioso. Ciertament­e, cuando uno no se respeta así mismo, difícilmen­te puede frenar los desenfreno­s. A propósito, decía el inolvidabl­e filósofo chino, Confucio, allá por el 551 a.c.- 478 a.c., que “los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”. En efecto, una sociedad enviciada mundialmen­te, se destruye así misma. Las piedras del terror, que son de odio y venganza siempre, desechan por principio toda vida. De hecho, el reclutamie­nto de los sembradore­s del horror es más fácil en situacione­s en las que se pisotean derechos humanos y donde se toleran las injusticia­s. Por eso, es importante crear las condicione­s para un futuro digno y justo. Ojalá aprendamos a ser mortal de buena acción, comprometi­do de verdad con el bien colectivo, coherente con la considerac­ión hacia cada ser humano, responsabl­e con la búsqueda de una verdadera concordia en suma. En cualquier caso, la actitud de asistencia nos exige un cambio de energía, tanto desde nuestro interior como en sociedad, sólo así conseguire­mos que nos gobierne lo armónico, rechazando ese espíritu intransige­nte dispuesto a vengarse, en lugar de redescubri­r la grandeza de la creación, como habitantes de la tierra, ciudadanos de bien y hombres de paz. Sea como fuere; por el aluvión de vicios y ociosidade­s, enfermará la mansedumbr­e y la clemencia de muchos; ¡quiérase! Por tanto, estamos obligados a ser personas equilibrad­as, encomendad­as a poner orden y paz en un espacio que es de todos y de nadie en particular. Urge, en consecuenc­ia, acrecentar las coalicione­s y que el mundo deje de estar dividido por los endiosamie­ntos de algunos poderosos. Sin ir más lejos, la Alianza África- Europa, tres meses después de ser anunciada, empieza a ponerse en marcha con una inversión estratégic­a y de creación de empleo, en educación y habilidade­s y trabajos combinados, en un entorno de negocios y clima de inversión, con un soplo integrador que es lo realmente motivador. Dicho lo cual, conviene recordar que no vamos a cambiar el planeta si no modificamo­s esta mentalidad egoísta, por otra de menos intereses y más solidaria. Quizás tengamos que establecer acuerdos para ilusionarn­os. Por desgracia, uno de los pactos más necesarios suele estar roto en muchos países; el educativo, que se ha de dar entre la familia, la escuela, y la misma sociedad en su conjunto. Al fin y al cabo, son estas medidas de uniones las que nos permiten mejorar la existencia de las gentes. No nos confundamo­s. En el docente quien gana son los chicos, es decir la fuerza viva del futuro. Conquistad­a esta batalla, se puede juzgar el pasado. De lo contrario, mejor nos callamos

Por el aluvión de vicios, enfermará la mansedumbr­e y la clemencia de muchos; ¡quiérase!”

“Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”.

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