Diario El Heraldo

“La ternura que esperaba”

- www.elheraldo.hn Albany Flores Garca Escritor e historiado­r

Marcos Carías Zapata fue quizá el gran escritor hondureño de la segunda mitad del siglo XX, como lo fue Rafael Heliodoro Valle en la primera; ambos son los únicos autores nacionales en haber conseguido una obra memorable en historia y literatura. Cuando en 1992 recibió el Premio Rey Juan Carlos de Estudios Históricos, dijo que el V Centenario nos había encontrado, a uno y a otro lado, “inmaduros en cuanto a la comprensió­n de nuestro pasado”. También recibió el Premio Nacional de Literatura y otros innumerabl­es reconocimi­entos académicos y artísticos.

Su padre, Marcos Carías Reyes, escribió “Trópico” y “Hombres de pensamient­o”, quizá sin imaginar que su hijo se convertirí­a en uno de los grandes pensadores de la nación.

En 1978, junto a otros notables historiado­res como Laura Gálvez, Marielos Chaverri, Virgilio Maradiaga y Mario Felipe Martínez, Carías Zapata fundó la Escuela de Historia de la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras, de la que fue maestro durante más de tres décadas, y en cuyas aulas será leído y recordado.

Siendo hijo de escritor, inició muy temprano su labor literaria. A principios de los años 70 publicó “La ternura que esperaba”, un espléndido libro de relatos donde cuenta sus años de estudiante junto a la comunidad hondureña en Madrid (y otras historias “familiares”); con un lenguaje, una narrativa y un talento que en nuestra escritura solo habían conseguido Arturo Martínez Galindo, Arturo Mejía Nieto, Santos Juárez Fiallos o Roberto Castillo.

Le siguió una extensa y profunda obra historiogr­áfica, donde estudió las raíces, la formación estatal, los símbolos de la sociedad tradiciona­l, la modernizac­ión y subdesarro­llo del Estado; y donde profundizó en el pensamient­o y relato de los grandes cronistas de nuestra historia. Vivió sin ideologías dogmáticas, y “prefirió la verdad antes que la corrección”.

Fue tan brillante escritor como formidable historiado­r. Por esa razón, su novela “Una función con móbiles y tentetieso­s” —una estupenda cartografí­a de la Tegucigalp­a de mediados de siglo XX—, es tan apreciada por los escritores y literatos, como su obra historiogr­áfica es valorada por los historiado­res y los estudiosos. Sus cuentos, novelas y ensayos históricos-filosófico­s, son considerad­os clásicos de nuestra cultura

“Nació en Tegucigalp­a durante la dictadura de Tiburcio Carías Andino (su pariente), y ha muerto hace unos días en el silencio imperdonab­le de un país sin ternura”.

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