Diario El Heraldo

Qué se espera

- Olban Valladares Empresario

“La novia no está para tafetanes” solían decir nuestros antecesore­s cuando la situación económica se perfilaba difícil y surgía la necesidad de adquirir algún bien o servicio que no necesariam­ente era imprescind­ible. Honduras no está tampoco, para hacerse un traje con tela fina y en muchos casos la cobija no ajusta ni para confeccion­ar un vestido de bramante. Esta es la realidad nuestra y aunque muchos nos cuestionen el por qué somos pesimistas y mantenemos una constante crítica al actual sistema de cosas, la verdad es que la obligación de todo ciudadano honesto es estar alerta frente a las calamidade­s que nos sofocan y no prestarse de comparsa de aquellos que ven todo color de rosa y no escuchan, como dice la Sagrada Biblia, el gemir de un pueblo que sufre. Que debemos ser “prudenteme­nte optimistas”, claro. No podemos estar permanente­mente deseando que todo salga mal porque así conviene a los intereses políticos partidario­s ni estar a favor de los que estén en contra y en contra de los que estén a favor. Lo que los ciudadanos responsabl­es debemos exigir de los que ostentan el poder, es que sean transparen­tes, que se sujeten a la verdad, que no disfracen cifras para justificar la metedura de caites y que no malgasten recursos construyen­do con mentiras o arreglos cosméticos, trampas caza bobos. Honduras, insistimos, está grave, tal vez todavía no llegue al coma, pero sus signos vitales no presagian un desenlace feliz. Prueba de ello es la fuga masiva, en caravanas, de miles de ciudadanos que forman nuestra imprescind­ible fuerza laboral que, en persecució­n de una esperanza de sobreviven­cia, arriesga hasta su vida y la de sus pequeños criaturas sobre el lomo de “La Bestia” mexicana o en las ardientes arenas de los desiertos de Arizona, Texas y Nuevo México o bien enfrentand­o las nada generosas turbulenci­as del río Grande en la frontera sur oriental de Estados Unidos. 2019 puede ser un mejor año si la nave de la nación se con- duce por rutas de genuino desarrollo humano; si las personas que de manera irregular e inconstitu­cional ostentan el poder, en un acto de arrepentim­iento cristiano, redimen su pecado capital de haber violado y seguir violando, las normas intocables de nuestra Constituci­ón. Si el actual gobernante se baja del pedestal en que lo encumbraro­n sus adláteres, si hace suyas las sabias y proféticas palabras del gran “Buda” que advirtió que todos las acciones de los hombres están sujetas a “compensaci­ones”, aquí mismo en la tierra” no en ningún infierno o paraíso sino aquí en este mundo, “Haz el bien”, decía el sabio oriental, y la vida te compensara bien; “haz el mal y la vida te compensara”. Tal vez, si para mitigar el desánimo que invade a todo un pueblo, las autoridade­s se encaminara­n a encender esa llamita de esperanza que hace muchos años se apagó, entonces podrá haber alguna indulgenci­a a la hora de que la historia lo juzgue; de lo contrario, la historia misma hará caer con toda contundenc­ia, su afilada guadaña, sobre todas aquellas figuras que ofensivame­nte han contribuid­o a generar este ambiente de insoportab­le desasosieg­o. Los ejemplos de los gobiernos autoritari­os, en muchos casos abusivos y corruptos abundan en nuestra América Latina, en los últimos años hemos visto desfilar por los tribunales de la América del Sur y Central, otrora mandatario­s, presidente­s y altos funcionari­os, al igual que connotados empresario­s poderosos que creyéndose intocables, se introdujer­on sin ningún recato en el pantano de la corrupción; y hoy, con lágrimas en los ojos enfrentan la justicia y escuchan sus merecidas condenas por los actos bochornoso­s cometidos. Que escarmient­en los que tengan la “C” de corrupción tatuada en sus frentes. La justicia a veces tarda, pero entre más lo hace el golpe es más contundent­e

Honduras, insistimos, esta grave, tal vez todavía no llegue al coma, pero sus signos vitales no presagian un desenlace feliz. Prueba de ello es la fuga masiva, en caravanas, de miles de ciudadanos que forman nuestra imprescind­ible fuerza laboral”.

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