Diario El Heraldo

“Nunca tires la toalla…”

Tras una ardua lucha contra el cáncer, la conocida comunicado­ra deja en EL HERALDO un dramático mensaje y apela a seguir luchando pese a las adversidad­es de la vida

- César Rivera

“¿Cómo tirar la toalla si cada día, cuando abro los ojos, reafirmo mi gratitud, mi amor y mi entrega incondicio­nal a dios?”

“Te invito a perseverar y luchar hasta el último momento, ya sea en tu casa, en tu trabajo, con tu salud, o en cualquier lugar donde no la estés pasando bien”

Sus intensos, vivaces e inquietos ojos color miel ahora solo perduran en el corazón de muchos. Ellos partieron al cielo para engalanarl­o con su dulzura y su alegría.

La extraordin­aria amiga, la inquebrant­able mujer, la hondureña ejemplar, la periodista excepciona­l, la campeona del baloncesto, el ángel de los niños con VIH-SIDA, la hija consentida del barrio El Bosque de la capital está ya en la casa de su amado Padre Celestial.

Indira Davelba Murillo Alvarado, la guerrera, la campeona, falleció la noche del pasado viernes 4 de enero a los 49 años de edad, luego de luchar durante casi tres años en contra del cáncer.

Indira se ha ido, pero atrás deja una historia de vida ejemplar, un legado de humanidad y solidarida­d único, a un gremio periodísti­co consternad­o y una interminab­le fila de amigos que la recuerdan y la lloran.

Su historia

Indira, o Indi, como le encantaba que la llamaran, nació en Tegucigalp­a el 7 de abril de 1969 y su infancia la vivió en el antañón barrio El Bosque. Era la menor de ocho hermanos. Su madre es doña Norma Alvarado y su padre, ya fallecido, era don Alfredo Murillo. Cursó sus estudios de primaria en la Escuela 14 de Julio del mismo barrio donde creció.

Su paso por ese centro educativo dejó huella y encerrado entre las paredes de esa vieja escuela todavía está el recuerdo de la inquieta Indira, organizand­o el equipo infantil de su deporte favorito: el básquetbol.

Fue así como nació “Indi del Bosque”, una pequeña escuelita en la que le enseñaba a otros niños, junto a su hermana, la también basquetbol­ista Norma Murillo, la pasión por el deporte de la canasta.

En la Escuela 14 de Julio todavía recuerdan cuando la inquieta Indira iba de aula en aula reclutando jóvenes para presentar en actos cívicos coreografí­as de baile. Fue con la famosa canción Thriller, de Michael Jackson, con la que se terminó de ganar el corazón de todos.

Los años transcurri­eron y el amor que ella sentía por el deporte de los “donqueos” fue creciendo a tal punto que pasó a integrar la Selección Nacional Femenina de Básquetbol. Esta pasión la combinaba con sus estudios secundario­s en el Instituto Alfonso Guillén Zelaya.

Pero esta mujer de piel canela, de más o menos 1.80 metros de altura, de larga cabellera negra como el azabache y de una mirada mística fundida con la dulzura de la miel, que reflejaba a la perfección su forma de ser, quería trascender para ser la voz de su gente.

Fue así que descubrió su otro grandioso amor: el periodismo.

Indira egresó de la Escuela de Periodismo de la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y en los inicios de la década de los 90 comenzó sus primeros pasos en la profesión que la haría

ganarse el corazón de la gente. En ese tiempo se desempeñó en la ya desapareci­da Radio Cadena de Noticias (RCN) y fue esa chispa inagotable y ese compromiso con la sociedad hondureña la que la llevó a formar parte del equipo fundador de Telenotici­as (TN5), de la Corporació­n Televicent­ro, junto con la entonces directora del ese noticiario, Rossana Guevara.

Corazón solidario

Pero para la incansable Indi, a su amada Honduras y a su gente había de tenderle aun más la mano. Su corazón no podía soportar el dolor de ver a tantos niños siendo víctimas del VIH-SIDA.

Es así que decide crear la Fundación Amor, institució­n que durante años ayudó a centenares de pequeños a convivir con esa enfermedad.

Dios tenía extraordin­arios planes para vida profesiona­l de Indira. Su perfil laboral estaba a punto de dar un gran paso y apuntaba a la capital federal de Estados Unidos, Washington, DC, sede del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), donde laboró como productora y presentado­ra de reportajes institucio­nales, y donde decenas de personas de diversos rincones del continente americano, y fuera de él, conocieron a esa valiosa joya catracha.

Fue esta institució­n internacio­nal la que galardonó con el Premio Solidarida­d 2014 al ser la fundadora de la Red de Informació­n en Español en Virgina (Sinova), que era una mano solidaria y amiga para los migrantes de esa comunidad. Pero su solidarida­d con sus compatriot­as que, al igual que ella partieron al norte, no terminó ahí.

Sus historias en EL HERALDO

Ya habiendo comenzado la batalla en contra del cáncer no dudó ni un tan solo minuto en decir sí cuando en mayo pasado EL HERALDO le propuso recodar sus años de reportera y recoger historias de hondureños que estaban en la incertidum­bre por el destino que tendría el Estatus de Protección Temporal (TPS).

Su alegría por volver al periodismo, pero esta vez desde la trinchera de un diario impreso, era desbordant­e. “¿Cómo quedó? ¿Salió bien?”, “Tenemos que hacer algo por esta gente, no nos podemos quedar callados”, decía reiteradam­ente esos días.

Hoy queda en el recuerdo y en los corazones de quienes conocieron a esta mujer extraordin­aria una estela infinita, una huella imborrable, de su calidad de ser humano, de su dulzura, de su amor por Honduras y su gente, de su pasión y su lucha por la vida. Hasta siempre, guerra... Hasta siempre, ¡campeona!

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