¡Ay, enero!
Este mes debería ser declarado patrimonio universal de las cosas perdidas. La totalidad de lo que no se pudo hacer en el pasado de esos momentos que se propone la gente para este año. Las promesas, retos, ilusiones y todo el armatoste de la felicidad se arman como un rompecabezas en estos días. Se hacen balances, inventarios y recuentos de fallas y aciertos torcidos en busca del bienestar que no se encontró en el anuario anterior, allí abandonado, tirado en la acera del olvido, apaleado de la misma manera que un perro viejo, desvalido, acuchillado por la desdicha, asaltado por la corrupción, acribillado por la mafia del crimen, burlado por los operadores de justicia, y que sirvió de “orinadero público” por los padres de la patria, torturado y vencido por la policía que lo gaseo y lo mando al pozo con su ley marcial. Allí quedó moribunda esa vetusta temporada de éxodos y tránsfugas de la ideología que agitaron la ambición y la amargura de la derrota. Ciertamente tenemos a una clase política que pregona que estamos bien, sin embargo, en la práctica es lo contrario. Pobre 2018, atrás queda esparcida sus miserias, muertes arrastradas por la jauría de asaltantes del poder político, por oportunistas enmascarados de revolucionarios y pendencieros disfrazados de demócratas. En cambio, el 2019 empieza con brillos de entusiasmo y lleno de esperanzas: habrá los que dejarán de fumar, los que estudiarán inglés, los que adelgazarán con ejercicios domesticados en la fe de cambios de vida, parejas que sí se casarán, estudiantes que terminarán la carrera universitaria, personas que encontrarán trabajo o se despedirán del territorio hondureño y otros seguirán mamando de la lactancia del gobierno. Los más insidiosos manifestarán después de comerse las uvas que buscarán de una diputación e irán a acercarse al líder con la intención de cambiar su esquema de vida diplomática paupérrima. Los menos soñadores querrán pagar este tiempo las deudas, los agresivos intentarán alterar el orden en el país y su justicia que no sabe de calendarios a fin de cometer tropelías y barbaridades en contra de las libertades y democracias, los utópicos ambicionarán alcanzar el dominio con el objetivo de modificar las estructuras del Estado, los esbirros del régimen pretenderán estar ungidos por la luz del crimen y del perdón, los desahuciados de la bonanza solo desearán seguir viviendo, los nuevos explotadores aspirarán a hacer más negocios con la región, sin licitar su conciencia, los que quieran hacer tambalear al gobierno se propondrán hacer un nuevo perfil en redes sociales más agresivo, “la ofensiva final”, le llamarán, unos amenazarán con la promesa de una cuarta victoria y los más aguerridos en sus fantasías de luchas armadas que nunca libraron, así como expresarán que sí tendrán comandos de insurrección. ¡Ay, enero, la plaga de mendigos del espíritu y voluntad humana te vino a tocar! Y aún no sabes que la pésima promesa y el peor propósito de este nuevo espacio son los que todavía no han confesado, los que jamás contarán, los que ninguna vez declararán ni jurarán nada ante el nuevo período anual, los que en silencio se propondrán cumplir y no abandonarán fácilmente la meta y a pie juntillas el altar de la patria, ya que se plantearán un solo objetivo puntual y asquerosamente sincero: continuar robando sin temor a ser descubierto, porque vivimos en una nación de impunidad y caos estatal
Las promesas, retos, ilusiones y todo el armatoste de la felicidad se arman como un rompecabezas en estos días. Se hacen balances, inventarios y recuentos de fallas y aciertos torcidos en busca del bienestar que no se encontró en el anuario anterior”.