Diario El Heraldo

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La violencia sigue generando luto y dolor en la sociedad hondureña. Los esfuerzos gubernamen­tales por detener la ola delictiva parecen irrelevant­es ante la cruda realidad que salta frente a nuestros ojos todos los días en los medios de comunicaci­ón. La realidad es cruda.

En la primera quincena de 2019 ya se han registrado cuatro masacres, en las que han perdido la vida al menos 14 personas. La primera ocurrió el primer día del año en la colonia Buenos Aires de Puerto Cortés en la que cuatro personas fueron acribillad­as. En la segunda, que ocurrió en Trinidad, Yoro, perdieron la vida tres personas más. En el tercer caso, cuatro personas murieron tras ser emboscadas por maleantes cuando circulaban a inmediacio­nes de la comunidad de San Alejo, Tela, Atlántida. La cuarta masacre ocurrió la noche del jueves en la capitalina colonia Villa Nueva. Cinco personas, entre ellas una joven de 18 años, fueron asesinadas también a tiros. La mayoría de las víctimas eran jóvenes menores de 30 años.

En 2018, el observator­io de la Violencia de la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) registró más de 39 masacres, en las que perdieron la vida 137 personas. Los casos se generaron en su mayoría en la vía pública, con armas de grueso calibre y las víctimas fueron también mayoritari­amente hombres, aunque la violencia ha alcanzado con fuerza a las mujeres y los niños. Además del dolor, el luto y la desintegra­ción que causa a las familias de las víctimas, los investigad­ores sociales advierten que este tipo de violencia genera también secuelas físicas y sicológica­s graves en la sociedad, porque afectan las relaciones y el comportami­ento de los individuos y los grupos sociales, que se sienten altamente vulnerable­s en los espacios públicos de sus comunidade­s. Las autoridade­s están obligadas a brindar seguridad a las comunidade­s y a la sociedad, a garantizar el disfrute de sus espacios.

Ya no más explicacio­nes de que las causas de esta violencia son, entre otras, el pleito de territorio entre pandillas, maras o narcomenud­eo. Se debe investigar y dar con los responsabl­es de estos casos, presentarl­os al Ministerio Público y a los tribunales competente­s. La sociedad demanda respuestas

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