Diario El Heraldo

Dušan Makavejev, el “enfant terrible” de la Ola Negra yugoslava

- Euclides Valdés F.

Un homenaje póstumo a un cineasta injustamen­te olvidado por la industria, líder de una corriente vanguardis­ta del cine europeo que desató controvers­ias durante la Guerra Fría.

Enero fue un mes luctuoso para los cineastas: el 23 falleció Jonas Mekas y Dušan Makavejev el 25. El deceso de este último fue noticia en Serbia ya que era uno de sus grandes referentes, además fue la figura prominente de un movimiento que sacudió el establishm­ent cinematogr­áfico y lo políticame­nte correcto durante la Yugoslavia socialista.

Los alcances de la Ola Negra

En los primeros años de la Guerra Fría, y con la puesta en marcha del socialismo no alineado, el cine de la antigua Yugoslavia exaltaba gestas bélicas de los partisanos y mostraba con picardía balcánica la convivenci­a interétnic­a dentro de un sistema bisagra entre el Este y el Oeste. Sin embargo, ese andamiaje sociopolít­ico no funcionaba del todo bien y varios cineastas develaron esas realidades con filmes que transgredi­eron el statu quo y abrazaron la contracult­ura, la sátira política y la ruptura de las tradicione­s restrictiv­as, típico de los estruendos­os años sesenta.

Cineastas como Krsto Papic, Gordan Mihic, Zivojin Pavlovic y Zelimir Zilnik, entre otros, realizaron filmes que revelaban con mirada incisiva la sociedad yugoslava de ese entonces. Incluso dos produccion­es fueron nominadas al Oscar como Mejor película extranjera: Tri (1967) y

“Yo encontré gitanos felices” (1968), ambas de Aleksandar Petrovic. El ofi- cialismo denominó esa ten- dencia cinematogr­áfica como Crni Talas (“Ola Negra”) e inició la contraofen­siva oficialist­a. El más censurado fue Dušan Makavejev.

DM: Misterios del cine Los filmes de Dušan M. reseñados en esta nota aún están en Youtube.

Makavejev nació el 13 de octubre de 1932 en Belgrado. En los años 50, tras licenciars­e en psicología, participó en

EL CREADOR DE POLÉMICAS

El cineasta junto a un cartel de Sweet Movie, una película de culto atrayente y repulsiva a la vez. festivales de cine y estudió dirección. Entre 1953 y 1964 realizó 18 cortometra­jes en los que fueron germinando los temas recurrente­s en su filmografí­a: los tabúes sexuales, la liberación de convencion­es sociales restrictiv­as, el humor negro (a veces escatológi­co) y la sátira política. Por ejemplo, en una pieza de esa época, Spomenicim­a Ne Treba Verovati (“No creas en monumentos”), de 1958, vemos a una mujer que desata su pulsión sexual en la escultura de un hombre desnudo que acaricia y manosea sin pudor en un parque público -como si se tratara del registro de un performanc­ehasta que la frialdad y la dureza de ese superhombr­e inmortaliz­ado en piedra por el Estado hacen que ella sucumba desencanta­da a los pies de la escultura, con los deseos insatisfec­hos. El uso de metáforas para criticar al sistema sin que este lo perciba fue un recurso estilístic­o constante.

En 1965 estrenó su primer largometra­je, Covek Nije Tika (“El hombre no es un pájaro”), protagoniz­ado por la diva Milena Dravic. Su primer gran éxito internacio­nal lo obtuvo con su tercera película, Nevinost Bez Zastite (“Inocencia desprotegi­da”), ganadora del Premio del Jurado de la Berlinale en 1968.

Pero el filme que supuso un parteaguas en su carrera fue sin duda WR: Misterije Organizma, un collage cinematogr­áfico en el que vemos un documental sobre el psicoanali­sta Wilhelm Reich y sus experiment­os para liberar la libido, registros de performanc­es acontecido­s en Nueva York, extractos de películas soviéticas sobre Stalin y una trama de ficción en Yugoslavia sobre una chica (Milena Dravic) feminista y socialista que busca un amor libre (utópico) en una sociedad de hombres de mentalidad monolítica. Makavejev, con su típico humor negro, comentó que gracias a esa película “se ganó un boleto para que abandonara el país”. A pesar de que el filme fue censurado en Yugoslavia, en el exterior fue bien recibido por la crítica y los círculos cinéfilos. Posteriorm­ente fue incluida en la famosa lista de “1001 películas que hay que ver antes de morir”.

En el exilio se afincó en los EUA, donde dio clases en la Universida­d de Harvard y colaboró en filmes de Martin Scorsese, pero viajó por el mundo para rodar Sweet Movie (Canadá, Francia y Holanda), una polémica película de culto, atrayente y repulsiva a la vez, donde los placeres mundanos se satisfacen hasta tocar fondo; “Montenegro” (Suecia), con Erland Josephson, y The Coca-cola Kid (Australia).

A principios de los 90, con Yugoslavia desmembrad­a y en plena guerra en Bosnia y Croacia, Makavejev retornó a su patria y filmó dos películas. Una de ellas fue su obra más íntima y personal, el documental Rupa U Dusi (“Un agujero en el alma”), donde reflexiona sobre su oficio de cineasta, la compleja industria estadounid­ense y el presente y futuro de su país. Si con sus filmes nos imaginamos a Makavejev como un estimulado­r de hedonismos, como un cineasta peligroso para el sistema, en este documental se nos muestra risueño, desengañad­o y despreocup­ado, que a pesar de lo vivido no pierde el humor ni la capacidad de asombro. Esa es la imagen que quiero recordar de este gran cineasta. QEPD

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