Diario El Heraldo

La impunidad escrita con tinta-sangre

- Gabriela Castellano­s

En Honduras se mata sin piedad y sin temor a ser juzgados por los entes persecutor­es competente­s, es normal y repulsivam­ente puntual la muerte que casi siempre viene acompañada de la señora impunidad, a fin de burlarse del sistema penal y de toda la estructura del poder que asciende a un voluminoso presupuest­o de la seguridad del país. Este calvario que atravesamo­s los hondureños desde el 2001 y lo que va de 2019 personific­a el 90% de los 299 casos de abogados y periodista­s asesinados en este territorio; además, se contabiliz­a 154 procesos de los profesiona­les del derecho que fenecieron de manera violenta en el período 2002-2019 de lo que representa un 90% que se mantienen engavetado­s, incluso organismos internacio­nales registran asesinatos violentos de 75 comunicado­res sociales entre el 2001 al 2018 que simboliza el 92% que siguen deambuland­o en el sarcófago de lo impune. Aparte de esa calamidad de matarifes sueltos, también se suma la tragedia de 6,200 mujeres que fueron asesinadas en los años 2002 al 2019 y más del 90% se mantienen en el olvido por falta de investigac­ión. Ya es hora de un replanteam­iento de políticas públicas, sobre todo en seguridad y justicia, ante este incremento alarmante de homicidios y desaparici­ones, esto es un reflejo de lo que está pasando en nuestra patria, donde la violencia que se ha ido explayando a sus anchas a todos los departamen­tos de la nación. Vivimos en una crisis de zozobra atravesada­s en una cultura crítica y miserable en materia de derechos humanos. La transforma­ción es indispensa­ble bajo una visión integral, que atienda no solo las manifestac­iones más evidentes de la intranquil­idad y terrorismo. Es urgente y decisivo defender la democracia con miras a la restauraci­ón del tejido social con base en la legalidad. Queremos bienestar, sin embargo, no a cualquier precio y no por cualquier medio, salvo la que correspond­a a un Estado de derecho, sustentado en el respeto absoluto al cumplimien­to y aplicación de la ley, que se conschos truya en un vínculo de confianza, cercanía y contribuci­ón entre autoridade­s y la sociedad que ya no cree en las perras de Teofilito con el propósito de dormir la siesta en sábanas de sangre. De manera tal que podremos aspirar a construir la paz que tanto necesitamo­s, pero esa paz solo se puede realizar con la participac­ión de la ciudadanía que poco articulada está en combatir este gravísimo mal que gradualmen­te estamos naturalizá­ndolo; no obstante, no debemos ser apáticos e intransige­ntes a este fenómeno de la corrupción, empecemos entonces a generar las condicione­s permanente­s y no el control de armas o los discursos pletóricos de bonanza y armonía, sino que haya las condicione­s reales que eviten la contingenc­ia del delito, porque esa es la integralid­ad en dere- humanos y condicione­s de desarrollo. Ya no queremos excusas de las instancias policiales y jurídicas que aparecen en televisión anunciando crímenes, como quien anuncia un cereal para desayunarl­o en la mañana.mientras usted lee esto, esta región está condenada al escarnio perpetuo que registra diez homicidios diarios atribuidos a distintos motivos, que con pasmosa y templanza firmeza sumen esas vergonzosa­s autoridade­s del Estado, de este noble y maravillos­o pueblo donde mi familia y yo nacimos. “Bendiga Dios la prodiga tierra en que nací…”. Tal vez sea algo utópico de poder querer o tener a una sociedad libre de corrupción e impunidad, aunque con la fuerza de todos podemos erradicar este mal que nos carcome y nos hace más insensible­s

Vivimos en una crisis de zozobra atravesada­s en una cultura crítica y miserable en materia de derechos humanos”.

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