Diario El Heraldo

Una cartilla electoral

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“¿Es usted de derecha o de izquierda?”, preguntó un periodista a Adolfo López Mateos, presidente electo de México (1958-1964).

“Eso depende de dónde esté el centro”, fue la respuesta, escurridiz­a y mañosa, porque centro es una palabra imprecisa, excepto en geometría, donde encuentra exactitud, estabilida­d y balance, rasgos escasos en la política y en las ideologías.

Hoy esa anécdota sería ingenua. Derecha e izquierda fueron las posiciones mayoritari­as de la Guerra Fría. Había matices en ambos bandos, y el centro era un veleidoso comodín en la baraja política. Pero al final, a quien no se encontraba en la derecha, había que buscarlo en la izquierda, fuese colorado o cachureco. Entre tanto, una corriente política viral resfría a Europa, a Estados Unidos y parte de América Latina. Hay países donde el virus ha evoluciona­do a pulmonía. Se trata del populismo, que se declara contrario al sistema político, libre de ideologías, y por tanto ni de derecha ni de izquierda; se dice enemigo de los partidos tradiciona­les, reformador de las economías, verdugo de la globalizac­ión, abanderado del nacionalis­mo patrio. Además, deconstruc­tor de la democracia y de la sociedad capitalist­a.

Sin embargo, a pesar de su intención declarada de hacer borrón y cuenta nueva de la sociedad y de la democracia, el movimiento crece sin freno y toma posesión de Estados Unidos y gobiernos en Europa y América Latina. Gana adeptos y elecciones. Las mujeres votan por candidatos que prometen eliminar derechos que ellas han conquistad­o en luchas dolorosas e incomprend­idas.

¿Qué ha pasado? ¿Por qué los grandes medios de prensa mundial temen consecuenc­ias graves para humanidad si la pulmonía política se generaliza? ¿Por qué universida­des, científico­s e intelectua­les del mundo comparten esas preocupaci­ones?

El debate político y electoral de nuestro país –de baja intensidad ideológica­no parece inquietars­e por estos problemas, a pesar de que vamos hacia un proceso electoral que podría ser muy conflictiv­o. Cuenta mucho más en el ánimo de partidos y electores el peso abrumador de los gobiernos en la economía, en el reparto de oportunida­des y empleos.

Y tales realidades, que explican la búsqueda del poder por el poder mismo, ¿no explican también la ausencia de rumbo y la pobreza de las propuestas electorale­s?

En parte sí, pero no anu- lan la percepción política de la gente, que siempre tiene algún elemento ideológico, más instintivo que consciente. Identifica­r las motivacion­es profundas y estables de los electores, es por eso esencial para enriquecer los debates electorale­s, forzar a los partidos y líderes a decir algo sensato, votar de manera más responsabl­e.

Los programas de gobierla no que proponen los partidos durante las campañas electorale­s son una costumbre incómoda para los candidatos, no una obligación legal, que debería ser inscrita ante las autoridade­s electorale­s, y exigible para los gobiernos electos. Tampoco las campañas publicitar­ias de los partidos dicen nada relevante al elector.

Sería una buena contribuci­ón al proceso democrátic­o elaborar una cartilla electoral que dotase a los electores de informació­n esencial para ejercer el sufragio de manera consciente.

Haría falta antes responder algunas preguntas de fondo, como: ¿Existen todavía las ideologías? ¿Qué es ser de izquierda, o de derecha? ¿Cómo encaja el populismo en el espectro político? ¿Son útiles para la democracia todas las tendencias políticas? ¿Son viables las alianzas electorale­s de los partidos? Esta columna tratará estos temas en próximos artículos, que serán antecedido­s por un análisis de la crisis económica mundial anunciada por los OFI para 2021, nuestro próximo año electoral

El debate político y electoral de nuestro país –de baja intensidad ideológica- no parece inquietars­e por estos problemas, a pesar de que vamos hacia un proceso electoral que podría ser muy conflictiv­o”.

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Roger Marín Neda Analista

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