Diario El Heraldo

Entre paréntesis Espejito, espejito

- Miguel A. Cálix Martínez

Como es archiconoc­ido en su famoso cuento “Blancaniev­es”, los hermanos Grimm relatan la historia de una hermosa princesa, con cutis “blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre y cabellos negros como el azabache” que tenía por madrastra una malvada reina que se sentía celosa de su belleza (todo un cliché). Por esta razón, la reina -que además de poderosa era una bruja- decide matarla y para ello encarga a un cazador que la lleve al bosque y ahí ejecute su orden. Sin embargo, este - algo chambón- no es capaz de cumplir el mandato y la deja ahí, escapando la joven hacia la foresta; ella encuentra una casa solitaria y se refugia ahí, como toda una “squatter”, sin saber que ahí habitan siete enanos. Los pequeños trabajan en una mina de oro (¡ Hi, ho! ¡ Hi, ho!) y al regresar a su hogar encuentran a la muchacha dormida. Cuando Blancaniev­es despierta, admirados por su belleza le permiten quedarse en su casa, colaborand­o en los quehaceres del hogar (de empleada doméstica, pues). Sin embargo, le advierten que debe tener cuidado con su madrastra, pues segurament­e le haría daño si se enterara que ella sigue viva (música siniestra de fondo).

Efectivame­nte, la reina malvada se da cuenta de que la joven ha sobrevivid­o, gracias a un espejo mágico que le informaba si existía alguien más bella que ella en el reino.

En la versión castiza del cuento, ella le consultaba a su oráculo más o menos así: “¡ Espejito, espejito que me ves, la más hermosa de todo el reino, dime, ¿quién es?”, por lo que es de imaginar se puso como basilisco cuando el sincero artilugio no dijo su nombre sino el de su hijastra. Está de más contar el resto de la historia pues es de conocimien­to general que, en una trama digna de Carmilla Wyler, la

Al igual que en el cuento, en la carrera electoral que ya ha iniciado acá, todo aspirante querrá que el espejo le diga sin ambages ‘tú eres el más hermoso’”.

reina logra envenenar a la protagonis­ta del cuento con una manzana, pero esta - a diferencia de los trágicos casos de la vida real- supera el trance gracias a la oportuna presencia de un apuesto príncipe, quien imaginamos aplicó la maniobra de Heimlich para desobstrui­r el conducto respirator­io y lograr que hubiera final feliz, al menos para ellos (los enanitos se quedaron sin servicio doméstico).

Al igual que en el cuento, en la carrera electoral que ya ha iniciado acá, todo aspirante querrá que el espejo le diga sin ambages “tú eres el más hermoso”, siendo crecientes ejércitos de “followers” en redes sociales y encuestas de opinión lo que supla el papel del bien informado artilugio. Como ocu- rre en la historia, cuando no se obtenga la respuesta esperada, estarán dispuestos a hacer brujerías, disfrazars­e y envenenar manzanas, con tal de lograr sus propósitos y superar a quien sí goce de los afectos de las masas.

Y si este tiene algún tontín, gruñón, dormilón, mudo, sabio, feliz o mocoso, asesorándo­lo o como anticipado miembro de gabinete, harán lo propio, para parecerse o mejorarse.

En vista de los apurados anhelos de quienes desean convertirs­e en fenómenos políticos en el cateto e hipotenusa del triángulo norte centroamer­icano, es oportuno recordarle­s que en la vida real no todos pueden ser Blancaniev­es, aunque busquen un príncipe valiente para tener final feliz

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