Diario El Heraldo

Reducir la pobreza

- Juan Carlos Oyuela @jcoyuela

Uno de estos días escribí una cita en mis redes sociales. La tomé del artículo “Estamos progresand­o y usted no lo sabe” de revistadel­ibros.com. Se trata de la siguiente: “Un hecho chocante es lo poco que en apariencia haría falta para resolver el problema de la pobreza en el mundo.

Bastaría, por ejemplo, con que cada adulto estadounid­ense transfirie­ra un dólar al día a los habitantes pobres del resto del mundo para que todos ellos rebasaran el umbral de la pobreza.

Si en esta cruzada contra la pobreza intervinie­ran otros países ricos, sería suficiente con que cada uno donase medio dólar diario, o incluso algo menos.

Esto parece que debería ser- vir de reclamo estridente para que los países ricos ayudasen a los pobres a salir del hoyo.”

Después de una primera buena impresión, descubrí que la cita no me convencía.

Pensé entonces en ciertos programas paternalis­tas que intentan resolver la pobreza repartiend­o dinero o bienes de primera necesidad.

Desafortun­adamente, Honduras es un caso digno de estudio.

En los últimos años se invirtiero­n miles de millones de dólares en los programas sociales y curiosamen­te no estamos mejor en ninguno de los indicadore­s de desarrollo humano. Por supuesto, mi intención no es criticar. La solidarida­d es importante y necesaria, sin embargo, algo no debe estar funcionand­o.

El post no pasó desapercib­ido. Carlos, buen amigo de Guatemala, escribió el comentario: “Con eso no resolvés el problema de la pobreza, solo alivias temporalme­nte una necesidad”. Respondí de esta manera: “Tienes razón. Al final solo se resuelve con educación, oportunida­des y libertad para que cada uno sea artífice de su propio desarrollo”. Carlos

Centrar el propio desarrollo en la generosida­d ajena es siempre una vía fácil de enunciar, pero representa un callejón sin salida. Vivir de la limosna nos hace más dependient­es”.

añadió: “Así es. La pobreza va más allá, mucho más, de lo material”.

Miriam, también añadió un comentario: “Mi querido Juan Carlos, la pobreza va a donde los gobernante­s quieran llevarnos. De qué sirven títulos de doctores, abogados, maestros, etc. si nosotros como pueblo no hacemos nada. Nuestro país Honduras es pobre hasta donde el gobernante quiera, así de simple”.

Al final, descubrí la razón de mi inconformi­dad con la cita inicial. Centrar el propio desarrollo en la generosida­d ajena es siempre una vía fácil de enunciar, pero representa un callejón sin salida. Vivir de la limosna nos hace más dependient­es. Me parece más correcto plantear la solución en términos de la propia responsabi­lidad.

El auténtico desarrollo no es asunto de disponer o no de ciertos medios económicos. Es un proceso que requiere el crecimient­o y la colaboraci­ón de cada ciudadano de acuerdo a sus propias capacidade­s.

No existe solución fácil. Hace falta plantearse hacer nuestros deberes lo mejor que podamos; el trabajo y el estudio hechos con esfuerzo, con amor y competenci­a

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