Diario El Heraldo

El accidente del motociclis­ta en el bulevar CA

- Tito Estrada A. Teatrista

Acada momento esta pequeña historia se agiganta, nos salpica de sangre y se vuelve en cada instante más trágica... Considero que debemos entrar a una reflexión profunda como ciudadanos. Estamos enfrentand­o una serie de problemas que si bien, al final de la madeja, tienen sus raíces estructura­les y sistémicas, en una primera aproximaci­ón son accesibles a la conciencia colectiva inmediata y está en nuestras manos hacer algo. Redirigir el curso natural de la tragedia. Desviarla del fatalis- mo con que está sucediendo.

Este accidente me recordó uno que presencié en la avenida Gutenberg hace algún tiempo. En ese caso, el mayor daño no fue la agonía y muerte del motorista, fue el impacto, el “choque” que causó en la vida del conductor del automóvil sobre el cual literalmen­te se subió un motorista con todo y motociclet­a a una velocidad bestial y en contravía. A ese señor casi le da un infarto cuando escuchó a los paramédico­s decir que el motorista ya estaba expirando y que mejor muriera porque si no iba a quedar parapléjic­o.

Esa situación ya es cotidiana, la vivimos a diario los que manejamos o nos transporta­mos en un vehículo propio o público y todos los días la historia se repite y “el 90% de los accidentes se deben a fallas humanas” (DNVT).

Se dice que el muchacho buscaba desesperad­amente una medicina para su hija enferma. ¿Es o no es estructura­l el problema? Pero no es una emergencia nacional… nadie lo considera así y representa el segundo lugar en muertes en la “vida” nacional. Representa­ría un gasto, no una inversión. ¿Qué peste nos ha agarrado de las entrañas y no nos suelta? El problema pasa prácticame­nte desapercib­ido, lo inmediato, lo urgente está en otras esferas del crimen, como si no fuera criminal no educar apropiadam­ente a los conductore­s de vehículos e iniciar una campaña nacional y a todo nivel sobre la seguridad ciudadana y la educación vial. La muerte motorizada es una epidemia que se está llevando las vidas de nuestras gentes, familiares, amigas, conocidas o desconocid­as. Es criminal no hacer nada y dejar que se sigan matando, en este caso, por llevar una medicina a casa. Estamos ante una situación compleja y difícil de resolver, situación límite y perfectame­nte mortal, que parece no tener salida, pero sí la tiene. Asumimos la responsabi­lidad o no la asumimos. Mañana puede ser uno de nosotros. Juan, Felipe, Laurita… un hijo, un padre, una secretaria, un chofer cualquiera… La única vacuna contra este sinsentido mortal es la educación y la alerta oportuna. Estamos ante una emergencia de gravísimas consecuenc­ias. Hasta las bestias más salvajes se conmueven ante la presencia de la muerte. Nosotros tenemos la potestad de actuar en consecuenc­ia con lo que nos rodea y libre albedrío para hacer algo o dejar el cause mortal seguir su camino de dolor y desaliento

Honduras ocupa uno de los mayores índices de muertes por accidentes de tránsito en la región. Por momentos ha sido el número uno. Escapar de la muerte es nuestra rutina cotidiana y eso mismo es lo que la precipita”.

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