Diario El Heraldo

A 60 años de la huida del Dalái Lama

Exilio En octubre de 1950 las tropas de Mao Zedong ocuparon el Tíbet. En 2007 el líder religioso declaró que su tierra natal vivía su época más oscura en 2,000 años

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Sesenta años después de la huida del Dalái Lama, ícono internacio­nal y Premio Nobel de la Paz, la causa tibetana pierde fuelle, asfixiada por el paso del tiempo y la emergencia de China como superpoten­cia mundial.

En el Tíbet mismo el gobierno chino eliminó cualquier oposición organizada. Y en el extranjero, por temor a represalia­s comerciale­s, los dirigentes cada vez aparecen menos en público junto al líder budista, cuya imagen sigue siendo ampliament­e positiva.

“La suerte del Tíbet está en manos del Estado chino (...) Los tibetanos fuera de la región no tienen una verdadera influencia sobre la suerte del Tíbet, ni siquiera el Dalái Lama”, declara Nathan Hill, tibetólogo en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de Londres.

En 2007, el líder religioso declaró que su tierra natal vivía “su época más oscura en 2,000 años”. Al año siguiente, pocos meses antes de los Juegos de Pekín, manifestac­iones y disturbios mortíferos sacudieron la capital tibetana, Lhasa.

“Hoy ya no se ven manifestac­iones así”, señala Kate Saunders, de la asociación estadounid­enses Campaña Internacio­nal por el Tíbet. Lo explica por dos razones: la adhesión de los tibetanos a la no violencia que predica el Dalái Lama y la vigilancia masiva de las autoridade­s.

El líder espiritual tibetano reivindica una mayor autonomía para el Tíbet -ya no la independen­cia-, pero las negociacio­nes entre sus emisarios y Pekín están en un punto muerto desde 2010.

Los críticos acusan a China de ganar tiempo con la esperanza de que la muerte del anciano dirigente atenúe la pre- sión internacio­nal.

“Estado policial”

Por temor a que el gobierno chino se apropie de la designació­n de su sucesor, el 14 Dalái Lama, de 83 años, da a entender a menudo que la dinastía podría morir con él.

Pekín ya ha manifestad­o su intención de intervenir en el proceso de selección de los altos dirigentes del budismo tibetano.

Si el Dalái Lama sigue siendo un popular orador, ha reducido sus desplazami­entos internacio­nales y no ha vuelto a reunirse con dirigentes extranjero­s desde 2016.

“Está claro que el entusiasmo que los occidental­es se manifestar­on por el Tíbet en los años 1980 y las

“viven en un Estado policial totalitari­o”.

décadas siguientes se ha reducido fuertement­e”, estima Katia Buffetrill­e, etnóloga y tibetóloga en la Escuela Práctica de Altos Estudios (EPHE) de París.

Incluso India, que ofre- ce asilo al Dalái Lama desde 1959, no es al parecer tan acogedora como antes. Según la prensa india, el gobierno anima a los funcionari­os a no mostrarse a su lado, por temor a indignar a Pekín.

Y mientras la campaña en el extranjero desfallece, los tibetanos de China luchan por mantener sus tradicione­s.

“Viven en un Estado policial totalitari­o. Si cuestionan las restriccio­nes, sufren las consecuenc­ias”, declara Gray Tuttle, profesor en la Universida­d de Columbia, en Nueva York.

Al menos 150 tibetanos se inmolaron con fuego desde 2009 en señal de protesta contra Pekín, y la mayoría de ellos murieron. Pero la frecuencia de estos actos desesperad­os está en baja.

El efecto Xinjiang

Pekín rechaza las críticas internacio­nales y subraya que aportó desarrollo económico al Tíbet y dio a los tibetanos libertades desconocid­as bajo el antiguo régimen teocrático de los Dalái Lama.

La situación de los uigures musulmanes, algunos de los cuales sufren en la región china de Xinjiang (noroeste) medidas de internamie­nto en aras de la lucha contra la radicaliza­ción islamista, también contribuyó a desviar la atención internacio­nal.

En una clara señal de esta tendencia, la principal encargada de las cuestiones de derechos humanos en el gobierno alemán, Bärbel Kofler, se vio denegada el año pasado una solicitud para visitar Xinjiang, pero fue conducida sin problemas al Tíbet, donde los periodista­s extranjero­s todavía no pueden viajar libremente.

Muchos habitantes del Tíbet acusan a Pekín de querer restringir su práctica religiosa o diluir su cultura, pero el desarrollo económico es tal que invita a algunos tibetanos de la diáspora a regresar.

“China es una economía que funciona muy bien. Por tanto los tibetanos, como todos los ciudadanos chinos, se benefician”, estima Françoise Robin, profesora de lengua y literatura tibetanas en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaci­ones Orientales (Inalco) en París.

“China es un país (...) en ascenso. A menudo, para que haya rebelión o movimiento de masas se necesita también una desesperac­ión económica”

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 ??  ?? Potala o templo de Lhasa, la máxima expresión de la arquitectu­ra tibetana y exresidenc­ia de los Dalái Lama. DESTIERRO
Potala o templo de Lhasa, la máxima expresión de la arquitectu­ra tibetana y exresidenc­ia de los Dalái Lama. DESTIERRO
 ??  ?? Un activista tibetano, en Nueva Deli, protesta contra las acciones de China que tienen en el exilio al Dalái Lama. El actor Richard Gere abraza a un monje en un evento conmemorat­ivo para la activista tibetana Lodi Gyari. Un activista detenido por la policía india en la conmemorac­ión del levantamie­nto tibetano de 1959 contra el gobierno chino. Un activista protestó inscribien­do en su cuerpo “libertad para el Tíbet” del Dalái Lama.
Un activista tibetano, en Nueva Deli, protesta contra las acciones de China que tienen en el exilio al Dalái Lama. El actor Richard Gere abraza a un monje en un evento conmemorat­ivo para la activista tibetana Lodi Gyari. Un activista detenido por la policía india en la conmemorac­ión del levantamie­nto tibetano de 1959 contra el gobierno chino. Un activista protestó inscribien­do en su cuerpo “libertad para el Tíbet” del Dalái Lama.

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