Diario El Heraldo

Cuenta regresiva

- Miguel A. Cálix Martínez @Miguelcali­x

Fueron las películas de cine y las series de televisión sobre espías las que nos acostumbra­ron a ver peligro en un cronómetro con una cuenta regresiva. Los lanzamient­os de vehículos espaciales también anunciaban así la inminencia de su despegue y muchos de nosotros utilizamos este conteo al jugar escondite para avisar que pronto empezaríam­os a buscar a quienes se ocultaban.

5, 4, 3, 2, 1... La pantalla mostraba la regresión numérica y deteníamos la respiració­n,

ansiosos por saber si el héroe lograría desactivar la bomba. Nuestras pulsacione­s aumentaban su frecuencia con el auxilio de música de fondo in crescendo, hasta llegar al clímax de la escena, que usualmente era desfavorab­le para el villano (Bond, James Bond, nunca perdía su existencia o los brazos en contratiem­pos de ese tipo).

En las historias de ciencia ficción son frecuentes los argumentos en que se agotan los plazos de la humanidad para cumplir las exigencias de una especie extraterre­stre; aunque no haya una clepsidra que se va quedando sin arena, los espectador­es saben que de no ocurrir nada especial (la intervenci­ón de un milagroso salvador externo), el fin del planeta Tierra está garantizad­o. En la vida real hay conteos así. Un médico que le dé la noticia de un cáncer terminal

En las historias de ciencia ficción son frecuentes los argumentos en que se agotan los plazos de la humanidad para cumplir las exigencias de una especie extraterre­stre (...).

En la vida real hay conteos así”.

a una persona o sus parientes más cercanos, sabe que detrás del pronóstico de vida pendiente hay una dolorosa resta de años y meses, de alcance incierto y resultado inevitable. El tiempo que resta para una deportació­n o el pago fatal de una deuda tienen efecto similar, algo que sin duda conocen todos aquellos que aguardan en el corredor de la muerte la aplicación de su pena capital. Tic, tac, tic, tac... Las horas y los segundos pasan, sumando, pero en negativo.

La predictibi­lidad en la política no tiene esta lógica. Cuando el ahora exgobernad­or de Puerto Rico, Ricardo Roselló se presentó como una opción de cambio en la isla, jamás pensó que su prometedor­a carrera política tendría las horas contadas. Nadie podía saberlo, aun entre sus allegados que compartían infidencia­s en una conversaci­ón privada. Pero las mitológica­s Furias ya habían dictado su sentencia y solo habría que esperar.

Los hechos que se han revelado en las últimas semanas en las noticias han provocado más incertidum­bres que certezas entre los observador­es de nuestra cotidianid­ad. Las influencia­s de redes ilícitas en la actividad política nacional era un secreto a voces desde hace décadas, convenient­emente silenciada­s por un instinto de autopreser­vación más que comprensib­le. Había entonces un espacio reservado en las entrevista­s con cualquier líder político y social, en el que se apagaban las grabadoras y se hablaba “off-the-record” del gran elefante presente en el cuarto. Y todos sabían de qué colores era el enorme paquidermo. (continuará)

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