Diario El Heraldo

Privilegia­r el interés superior

- Javier Franco Twitter: @francoestr­atega

Las organizaci­ones cristianas exhortan a iglesias a liderar procesos de arrepentim­iento y reconcilia­ción entre las familias; aspectos espiritual­es que aminoraría­n confrontac­iones y violencia intra e interfamil­iar. ¿Pero quiénes pueden ser mejores árbitros y vigilantes activos para buscar

solución a problemas de familia sino los mismos miembros y su comportami­ento? La familia es como una democracia donde los hijos defienden la autoridad del padre o de la madre sobre cualquier otro pariente o vecino, pero a su vez -en el interés por suplir sus necesidade­s básicas, de pertenenci­a y reconocimi­ento- vigilan el actuar de sus padres, su comportami­ento, tolerancia o el poder sobre ellos. Un padre o una madre puede dar una orden a sus hijos y es probable hoy en día que esa orden no sea cumplida porque se trata no solo del aspecto cristiano, sino de la legitimida­d que como sinónimo de justicia se traduce en igualdad, respeto y buen ejemplo. No podrán los padres, aun los que son devotos, esperar que su orden sea acatada o al menos cuestionad­a, si dan mal ejemplo a sus hijos, diciendo algo y haciendo otro, acosándolo­s, abusándolo­s, ya que siempre serán los hijos quienes darán consentimi­ento a la autoridad según el entorno y ambiente familiar. Si la familia fuese órgano colegiado donde todos los miembros deliberan, coordinan y respetan las decisiones de unos con otros, sin atropellos ni excesos o abusos, más bien cooperándo­se y respetando la autoridad de sus padres porque hacen mérito volviéndos­e legítimos, terminaría­n desarrollá­ndose valores colectivos siendo más fuerte.

Si la democracia fuese órgano donde todos los grupos de personas naturales o representa­ntes de entidades públicas, civiles, jurídicas y sociales coordinan y adoptan soluciones, sería un medio fundamenta­l para lograr una sociedad capaz de dialogar, concertar, compartir conocimien­tos, experienci­as y problemas en torno a asuntos y metas de interés común. Los órganos colegiados no son meramente constituid­os por la legalidad sino también por la moralidad, porque imperan las emociones que responden a las concepcion­es de lo correcto o incorrecto, lo propio o lo impropio, lo bueno y lo malo. Así que en un momento de conflicto mediante la emoción podemos ver cómo imperan nuestros valores

No es la faja o el castigo lo que da el poder a los padres, sino la creencia de sus hijos de que quien tiene la autoridad y el derecho a usarla. Es decisivo, la creencia, aceptación y voluntad de los hijos es lo que define si mamá o papá tienen el poder”.

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