Diario El Heraldo

Guillermo Anderson: tres años inmortaliz­ado en la memoria

Aniversari­o Recordamos al cantautor que amó al mar y a Honduras, y que dejó como herencia letras que son alegría y tradición

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Su música es sinónimo de alegría, tradición y nostalgia. Sus letras arrulladas por el murmullo del mar siguen presentes a tres años de su paso a la inmortalid­ad.

Guillermo Anderson es irremplaza­ble, su ausencia física sigue calando en el corazón y la mente de muchos hondureños que lo piensan y lo extrañan.

Escuchar de migración, un tema tan recurrente en esta actualidad, es acordarse de “El encarguito”, una canción que recuerda la lejanía de los seres queridos, que en una bolsita con chipilín, nacatamale­s y empanadas reciben un terruño de la tierra amada.

Anderson fue talento y tradición hecha música... ¿por qué tuvo que llegar ese 6 de agosto de 2016?

La partida

6 de agosto de 2016, la noticia llegó, fría y pesada... “Guillermo Anderson ha muerto”. Así decían los titulares de medios de comunicaci­ón no solo nacionales.

Una de las voces y plumas más relevantes de la escena musical nacional, que tanto lucha por ser valorada, se fue, y dejó el vacío que dejan todos los que se van y que son amados.

Ya en enero de 2016 se había encendido una alarma que el mismo cantante quiso apagar con su voz esperanzad­ora, desmintien­do que estuviera enfermo de gravedad. No quería la atención de los medios, quería descansar, dejar reposar su cuerpo abatido por el cáncer de tiroides.

Se pensó que había mejoría, que el cantante de 54 años se recuperarí­a, que volvería a cantar y componer canciones, que volvería a alegrar los corazones con sus letras... No fue así.

A finales de julio de ese 2016 se supo que fue ingresado de emergencia en un hospital de La Ceiba, poco se sabía de cuál era su verdadero estado de gravedad, pero la alarma estaba encendida. Como un apagafuego­s llegó el mensaje del propio Anderson: “Quiero que sepan que hasta ahora mi estado es bueno y estoy respondien­do satisfacto­riamente a mis tratamient­os, sigo con mi vida lo más normal posible”, decía el cantautor, quien agradeció las “buenas vibras y oraciones” que eran su “mejor medicina”.

El esperanzad­or mensaje tranquiliz­ó, pero esto duró poco. No pasó ni una semana cuando llegó la fatídica confirmaci­ón de su muerte. Ya no había vuelta atrás, nada esperanzad­or, su voz, su vida, su alegría se habían apagado para siempre.

Pero Anderson nunca tendría que temer al olvido, su esencia seguía en sus canciones, que

Guillermo Anderson estuvo activo en la música desde 1986.

son como un cofrecito donde se guarda su espíritu, que sale a pasear en notas musicales cada vez que alguien le da play a sus canciones.

En vida tuvo el reconocimi­ento que merecía, su figura trascendió a Honduras, y su espíritu trascendió su ausencia física.

Tres años sin el autor de canciones como “En mi país”, “El encarguito”, “Aló mamá”, “Costa y calor”, “Pobre marinero”, “Solo calales” y otras más que son cartas para Honduras, para su gente, para la tierra amada y extrañada...

El talento del artista hondureño no solo fue para la música, también sumó a su trayectori­a la literatura y fue autor de libros como “Del tiempo y del trópico”, “Bordeando la costa”, “Ese mortal llamado Morazán” y “Zompopito y sus amigos”, obra infantil que fue publicada por Editorial Guaymuras de manera póstuma

Al artista tameién incursionó en la literatura con oeras infantiles.

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Guillermo Anderson fue uno de los artistas más respetados del ambiente cultural hondureño.
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CEIBEÑO Vivió la mayor parte de su vida en La Ceiba, la ciudad que lo vio nacer y hasta donde llegaron decenas de artistas y admiradore­s para despedirlo. La música del país resiente la ausencia de Anderson. Su voz era reconocida en Honduras y fuera de ella.

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