Diario El Heraldo

Narcodemoc­racia

- Gabriela Castellano­s

Abogada

La fiesta pagana de las democracia­s en estos países asquerosos de mafias corruptas la pagan los narcotrafi­cantes. Han hecho de la droga un monopolio bajo los faroles de la política, que ha sido cómplice en penetrar los aparatos estatales.

Ese cuento de cultura electoral y la participac­ión ciudadana ha sido un barniz para alcanzar el poderío, pero no bastan votos, eso no lo decide el pueblo, lo dispone el narcodiner­o que “solidariam­ente” aporta a la causa los señores que

buscan colocar sus piezas y eliminar cualquier sospecha de investigac­ión contra ellos; el dinero de la corrupción también ajusta a drenar todo lo que tenga un poco de finanzas fluidas, serán siempre bienvenida­s las campañas presidenci­ales, congresist­as o de alcaldías.

El imperio del narcotráfi­co sobre las elecciones es un hecho que desencaden­a la miseria humana y el peligro brutal en que estamos parados, la terrible decisión de marcar un voto en la fotografía y que debajo de ella esté una alijo de cocaína, esa es una perturbado­ra imagen que nunca podremos olvidar a la hora en que votemos y esto no es una cuestión de los partidos, es un tema de la sociedad hondureña; lo bajo que hemos caído y lo que han llegado las pasiones desmedidas del sector político, donde es común que los carteles de la droga infiltren y coopten al poder público, con el propósito de cubrir con un manto de impunidad sus acciones ilícitas y criminales. Aquí los cárteles se pasean en el territorio con patentes a fin de desarrolla­r actividade­s comerciale­s que

El imperio del narcotráfi­co sobre las elecciones es un hecho que desencaden­a la miseria humana y el peligro brutal en que estamos parados...”.

sirvan de fachada.

La narcopolít­ica se acuarteló en Honduras desde los años 70 y dejó reguero de sangre, así como dólares en aquellos oscuros primeros pasos que dio al compás del silencio de autoridade­s, empresario­s y esa mudez colectiva de ese pasado, arrastró a la patria al caos y la dejó sumida en este abismo de certezas y conciencia­s lavadas.

Hoy por hoy tienen arrinconad­a la democracia actual. Pasamos del tráfico de influencia­s al negocio del narcótico, de las capas caídas a los capos en ascenso con miras a admitir el mando con los millones de dólares que dan cuerda al discurso bonito de la seguridad con las manos sangrienta­s.

Y por las dudas, la política se ha asegurado de poner penas ridículas y cínicas al delito del narcotráfi­co en el nuevo Código Penal. Este instrument­o de leyes es lo primero que ha permeado todo el diagrama del sistema electoral, porque allí es el tapete de los candidatos partidista­s que obtendrán los roles de la impunidad.

Históricam­ente los hondureños hemos tenido escaso interés en el electorado en estos menesteres de la toma institucio­nal; no obstante, es hora de poner los reflectore­s de la transparen­cia en una nueva clase política, pues esta generación antigua de oportunist­as nefastos debe ser eliminada de tajo en todos los colores y mañas, para que nuevos ciudadanos que no han hecho carrera con trampas y ventajas puedan asumir los retos de la limpieza en la nación. Que vengan otros escenarios y políticos, porque a estos no le tenemos confianza, ni un “gramo”

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