Diario El Heraldo

Cuenta regresiva

- Miguel A. Cálix Martínez @Miguelcali­x

En las tertulias con café que compartíam­os hace varios años con personajes del periodismo y la política, escuchamos historias de todo calado, muchas para oírlas en silencio y luego olvidar. Convidado a este ameno intercambi­o siendo joven e inexperto, recuerdo bien los testimonio­s de un sinfín de protagonis­tas y comparsas en episodios más y menos gloriosos de la historia nacional. Entre tantos siempre recordaré un día en que un contertuli­o ocasional, ducho

en asuntos de seguridad, mencionó en voz baja la influencia local de un traficante de drogas a gran escala al que denominó como “El Innombrabl­e”. Con aire misterioso, el compañero de mesa habló de las múltiples ocasiones en que éste ingresó sin intermedia­rios a los edificios de los tres poderes del Estado, en distintas administra­ciones, confiado en que sus peticiones serían atendidas diligentem­ente. “Nadie se le niega y tiene gente que le complace por doquier”, nos explicó con gravedad. Meses después el alias con que se conocía a aquel “Innombrabl­e” apareció fugazmente en una de las páginas interiores de un diario de la costa norte, al sobrevivir a un atentado. A pesar de haber ocurrido a plena luz del día y en un lugar de numerosa concurrenc­ia, la noticia no tuvo seguimient­o alguno

Siempre recordaré un día en que un contertuli­o ocasional, ducho en asuntos de seguridad, mencionó en voz baja la influencia local de un traficante de drogas a gran escala al que denominó como ‘El Innombrabl­e’”.

ni en ese ni en otro medio de comunicaci­ón. Nadie supo, nadie sabía nada del destinatar­io. No debía nombrarse al “Innombrabl­e”, aunque fuera de proporcion­es paquidérmi­cas y apenas cupiera en la recámara. El sigilo de aquel infidente amigo de cafés tenía eco en el secretismo de una prensa que solo cesó cuando el temido personaje enfrentó su propia cuenta regresiva y fue asesinado años después. Es muy probable que quienes atendieron con diligencia sus peticiones respiraron aliviados pues es bien sabido que los elefantes tienen muy buena memoria.

En las comunidade­s de tierra adentro también tienen singular retentiva. Todo mundo se conoce y sabe la historia familiar de cada uno de sus miembros: simpatías políticas, creencias religiosas, enemistade­s, e infidelida­des. Se sabe quién nació con fortuna y quién no, por eso cuando una repentina e inexplicab­le prosperida­d bendijo a varios de los suyos hace más de una década, se multiplica­ron cejas arqueadas y cuchicheos. En algunas zonas del país caudillos tradiciona­les acrecentar­on su influencia gracias a esa “suerte”, mientras otros enfrentaba­n amenazante­s nuevos adversario­s con inacabable­s recursos, logística y aliados. A la vista de todos competían galantes por el poder, consolidan­do o reconfigur­ando simpatías partidaria­s, incrementá­ndose los rumores de la influencia del crimen organizado y sus redes en esos éxitos. Era una copia a calco de lo ocurrido en otros estados y en todos había sido una bomba de tiempo de implacable tictac

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