Diario El Heraldo

Desplazado­s por la violencia

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Las amenazas, los asesinatos, las extorsione­s, los atentados, el reclutamie­nto forzado de niñas, niños y adolescent­es (NNA), la violencia sexual e intrafamil­iar y doméstica, los secuestros y el despojo de tierra y rapto son solo algunas de las causas que están empujando a centenares de hondureños y hondureñas a movilizars­e de su residencia habitual para salvaguard­ar su vida ya sea dentro o fuera del país.

El Comisionad­o Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH) ha alertado de este fenómeno, invisible e impercepti­ble para muchos, pero que está generando problemas a ciudadanos y ciudadanas que ven alteradas sus vidas por este tipo de situacione­s. De los casos que se han documentad­o, entre enero y junio de este año, 1,985 personas de diferentes edades fueron víctimas de desplazami­ento forzado de sus viviendas, de sus negocios y sus terrenos. Un delito que ha venido creciendo con los años, de la mano de la insegurida­d ciudadana y jurídica que afecta a la ciudadanía, es la impunidad que facilita, por ejemplo, a los extorsiona­dores “su trabajo”.

Es una situación grave que desgraciad­amente no está en la agenda de los políticos, que actualment­e están concentrad­os en afianzar sus acuerdos partidario­s para que sus afines ocupen los cargos en los nuevos organismos electorale­s; de los diputados que tienen engavetada la Ley de Prevención, Atención y Protección de las Personas Desplazada­s Internamen­te, y del mismo Estado que carece de políticas públicas que permitan atender la problemáti­ca de forma conjunta, articulada e institucio­nalizada con la sociedad y la cooperació­n internacio­nal. Lo que sucede debe ser un llamado de alerta para el gobierno, trabajar para que sus institucio­nes funcionen, definir con urgencia políticas públicas y de seguridad que garanticen efectivame­nte la vida de sus ciudadanos y ciudadanas, sin olvidar la aplicación de las leyes a quienes delinquen sin importar su bandera política o condición social y la lucha por la transparen­cia en el ejercicio público. En fin, hay mucho por hacer y tienen que empezar ya, porque mañana es tarde

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