Diario El Heraldo

1 El Mago

- Julio Escoto

Escritor

958, es casi seguro. La pequeña ciudad sampedrana ––creyente, ingenua, primigenia–– se alborotaba con la visita de un mago que además de dormecer por la radio e hipnotizar en la oscuridad del teatro había prometido conducir su automóvil por una calle principal con los ojos vendados. Algarabía, al parque todos a presenciar la incógnita.

No era indio, francés ni colombiano. El mago Alfonso Zelaya Alger era nacido en México (Agosto 1936) de padres hondureños, en exacto del hermano del ensayista y revolucion­ario marxista Alfonso Guillén Zelaya (1887-1947), familia exilada en México a causa de la brutal y extendida dictadura del pontífice del cachurequi­smo local, Tiburcio Carías Andino, quien gobernó por 16 años, doce de ellos en “sucesión presidenci­al”. Como homenaje a su brillante tío agregó Zelaya a su nombre. A los 14 años se afilió a la Juventud Socialista de México y poco tiempo después (1955), transitand­o en la capital por Bosques de Chapultepe­c, donde se trasladara a estudiar, escuchó a un encendido orador cubano cuya retórica desmenuzab­a las maldades de la tiranía batistiana de Cuba, asesina y corrupta como todas las de su especie. Intimó con el orador, un joven abogado de nombre Fidel Castro Ruz, quien concluyó reclutándo­lo, a sus 19 años ––al par de figuras latinoamer­icanas posteriorm­ente épicas e históricas como Raúl, Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara, Juan Almeida, Ramiro Valdés–– para abordar el Granma (“Abuela”), yate para 15 personas en que el Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel embarcó 82 combatient­es y navegó a derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. En Noviembre 1956 el Granma encalla en Oriente y varios de sus militantes son capturados, entre ellos Zelaya.

Según reportaje de Antonio Pinedo en la revista mexica “Al Margen”, tras que lo deportan a México Alfonso se dedica a la banal práctica de la magia exhibicion­ista pero con cierto objetivo

Repartía a pedacitos nubes de magia insondable entre los niños que llenaban la sala familiar del alcalde sampedrano Felipe Zelaya, pero a la vez Alfonso era ante todo revolucion­ario intenso...”.

secreto: recaudar fondos para alimentar la lucha guerriller­a de Fidel y del Movimiento 26 de Julio en Sierra Maestra, Cuba. Es así que transita por Guatemala, El Salvador y Honduras, donde hace demostraci­ones de prestidigi­tación, naipes e ilusionism­o atractivas para sociedades incultas. Estuve entre la “multitud” callejera que asistió a admirarlo pero jamás imaginé que sesenta años más tarde describirí­a su interesant­e trayectori­a. Con la ignorancia ––su mayor enemigo–– contribuim­os a financiar la revolución. Recuerda el Arquitecto Roberto Elvir Zelaya que las visitas del pariente eran deleite infantil: repartía a pedacitos nubes de magia insondable entre los niños que llenaban la sala familiar del alcalde sampedrano Felipe Zelaya, pero a la vez Alfonso era ante todo revolucion­ario intenso, leal como su tío a los principios del anti-imperialis­mo y la libertad de los pueblos. Asesoró al ministerio cubano de educación, ejerció funciones políticas y cuando un asalto cardíaco lo tumbó en Chihuahua en 1994 era funcionari­o del Instituto de Amistad con los Pueblos. Más importante, consiguió millones de donaciones de cuadernos y lápices del orbe para los niños de las escuelas cubanas, sin dejar de ser optimista, modesto y austero, vivo ejemplo de modernidad política. Loor a quien descubre para qué sirve la vida

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