Cuenta regresiva
La música de moda en las emisoras más populares y las telenovelas de mayor audiencia en las cadenas de TV locales eran solo el reflejo de una “nueva” realidad en la que todos vivíamos inmersos hasta el cuello. Un “boom” inmobiliario -con ocupación casi nula-, el crecimiento exponencial de patrimonios, el aumento de índices de violencia y la transformación inequívoca del fenómeno delictivo común en uno organizado y transnacional, se sumaban a las presentaciones
privadas de reconocidas orquestas musicales internacionales en las zonas occidental y nororiental del país, en las que abundaban sujetos con la pinta y artificios de los modernos “héroes” de aquellas historias televisadas. En pleno siglo XXI, nuestro país demostraba una vez más, que toda moda, corriente o movimiento regional tardaba una veintena de años en aparecer y “catrachizarse”.
A fines de la década de los setenta, importantes personajes colombianos denunciaron la influencia del poder financiero ilícito de los narcotraficantes en la política de su país. En el período subsiguiente, la nación sudamericana sobrevivió al expolio de su paz, perdiendo a miembros valiosos de su sociedad: autoridades de las instituciones de seguridad y justicia, políticos,
El júbilo que presumen actores político-partidarios ante la rendición de cuentas de sus adversarios y parentelas en cortes neoyorquinas los últimos años, no debe obviar el recuerdo sobre el elefante que habitaba en la recámara mientras los suyos la regentaban”.
comunicadores, líderes sociales, ciudadanos y ciudadanas de a pie, todas víctimas de la agresiva reacción de bandas al margen de la ley a la extradición promovida desde los Estados Unidos y apoyada por corajudos funcionarios. Hoy se puede leer en libros y en la internet, la génesis y desarrollo de ese período en que una noble nación se tiñó de sangre, marcando indeleblemente a varias generaciones.
Existen indudables paralelos en esta violenta etapa del proceso histórico colombiano con el proceso hondureño de las últimas décadas, que no pueden detallarse en este breve espacio. Allá en el sur, también las conductas fluctuaron entre la indiferencia y convivencia ciega, el colaboracionismo con los actores ilegales o el accionar estatal, por muy riesgoso que este fuera (González, Landaverde, Chávez, son ejemplos de ello). En cada país, el énfasis y recursos puestos por el gran vecino del norte en el control del narcotráfico determinaron los avances -nulos, tardos o raudos- exhibidos en el apoyo de cada contraparte gubernamental. El júbilo que presumen actores político-partidarios ante la rendición de cuentas de sus adversarios y parentelas en cortes neoyorquinas los últimos años no debe obviar el recuerdo sobre el elefante que habitaba en la recámara mientras los suyos la regentaban.
Y si aun así resultaren amnésicos, bastaría recordarles las causas y azares del incendio del consulado norteamericano en Honduras un 7 de abril de 1988. Fue entonces que iniciaron las cuentas regresivas de hoy