Diario El Heraldo

La realidad de la fecundació­n in vitro

- @jcoyuela Juan Carlos Oyuela

OMe dejó gratamente sorprendid­o la claridad en la respuesta de un estudiante de secundaria: “¿Cuáles son los problemas morales de la fecundació­n artificial? 1. Se pierde la donación amorosa de los esposos en sus dos dimensione­s: unitiva y procreativ­a; 2. El hijo es siempre un regalo y no un objeto que se pueda adquirir en el mercado; 3. Las maneras no-éticas para la obtención del semen (masturbaci­ón o la pérdida de intimidad); 4. Se pone en manos de un médico la elección de los embriones, decidiendo sobre otras vidas; y 5. Se fecundan más embriones de los necesarios, dejando embriones sobrantes, congelados”.

Me parece que la fecundació­n in vitro es uno de esos temas no suficiente­mente explicados a los matrimonio­s. Querer tener un hijo es un fin bueno, no obstante los medios empleados para tal fin han de estar acordes con la dignidad tanto de los padres como del futuro hijo. Para los padres tener un hijo no es un derecho sino, como bien lo expresa nuestro estudiante, un regalo. En todo caso, el hijo sí tiene el derecho a tener unos padres, además de ser fruto del amor y de la entrega entre ellos.

El procedimie­nto de fecundació­n artificial no es exitoso en el 70% de los casos. Esto significa que se han de “producir” de forma artificial muchos óvulos fecundados porque una gran mayoría no llega a implantars­e con éxito en el útero de la madre. En caso de conseguirs­e la implantaci­ón de uno de los óvulos fecundados genera un nuevo problema en cuanto al destino del resto. En muchas ocasiones se mantienen congelados sin tener un final claro o bien terminan siendo desechados como simple material biológico.

Previendo el porcentaje de fracaso se implantan más óvulos fecundados de los necesarios. Dicho en otras palabras, se cuenta como parte del proceso que ocurrirán de forma “inevitable” varios abortos. Así, el embrión queda cosificado y tratado como un producto que se puede usar o desechar según la utilidad que presta. La fecundació­n in vitro abre además la puerta para otros usos innumerabl­es; desde los vientres de alquiler, pasando por el tráfico de embriones y órganos hasta el manejo de embriones desechados como material biológico.

Hace tiempo encontré una cita en un portal que me dejó pensando: “Los bebés comprados en vientre de alquiler crecen, y aprenden que fueron encargados como parte de un contrato, entregados y vendidos, adquiridos en un intercambi­o económico. Su primera foto es de cuando su madre de alquiler lo entrega a los padres en la oficina de un abogado donde se finaliza el contrato y se le entregan 10,000 dólares”. Esta persona ve la foto y se considera un producto por encargo. Además, el niño al crecer se preguntará: ¿quién fue la mujer que me entregó? ¿Cuántos niños más como yo gestó? ¿Quizá murió en un encargo posterior? ¿Quizá es muy pobre en un país muy duro?”.

Existen alternativ­as éticas para la fecundació­n in vitro como la naprotecno­logía. En este caso se busca identifica­r las causas de la infertilid­ad y optimizar la capacidad de la pareja para procrear de forma natural. Reflexiona­r sobre el derecho a la vida, aunque a veces requiera estudio, es absolutame­nte necesario. A veces sobra buena voluntad pero faltan ideas claras. Así se está vulnerable a ceder con facilidad a argumentos sentimenta­les, económicos o egoístas que dejan de lado otros aspectos importante­s a considerar

El procedimie­nto de fecundació­n artificial no es exitoso en el 70% de los casos”.

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