Hoy hablamos de elefantes (2da parte)
En el inventario del zoológico de Santa Cruz de Yojoa no hay elefantes. Aunque eso privó a visitantes el conocerlos de cerca, no fue así con otros ejemplares de la fauna nacional y extranjera: se ha informado que hay ahí 700 animales de más de sesenta especies, del continente americano, africano y asiático.
Nunca tuvo el país un zoológico tan grande, bonito y tan entretenido como este.
Quienes gustan de la historia, saben que Moctezuma y XIV tuvieron instalaciones para reunir colecciones de fieras, mucho antes que lo hicieran los neoyorquinos y los londinenses en el siglo XIX.
Privilegio de emperadores y reyes, dejaron de ser lugares de presunción y exhibición para convertirse en espacios científicos y de protección de especímenes en peligro de extinción.
A Pablo Escobar Gaviria también le gustaban los animales e incluyó una variada colección en una hacienda de su propiedad. Muchos años después de serle confiscada, es hoy el Parque Temático Hacienda Nápoles, en el departamento de Antioquia, santuario para la protección de fauna protegida o amenazada.
Al igual que su par en Honduras, es hoy propiedad del Estado y la empresa privada se encarga de desarrollar sus atracciones y contenidos (por cierto, tampoco tenía elefantes).
Dice un proverbio africano que “cuando los elefantes pelean, es el pasto quien sufre”. El pueblo colombiano soportó lo indecible por la refriega entre carteles de la droga y de estos con el Estado en los ochentas del siglo pasado.
Algo similar ha ocurrido en México y acá en este milenio, aunque los antecedentes se remontan a esas épocas de la gran nación sudamericana. Nadie desconoce que la ubicación de Honduras es estratégica para el tránsito de bienes y personas hacia el norte del continente, sea este tráfico lícito o irregular, y por ello no es extraño que existan menciones recurrentes a nuestro país cuando se habla de redes ilícitas y narcoactividad en las crónicas oficiales y no oficiales. Los actores son y fueron siempre los mismos: productores, consumidores, faluis cada uno aportando sus recursos, capacidades y colaboración necesaria o esencial.
Los “mahouts” (o cornacas) que han conocido y montado los enormes elefantes que habitaban desde hace tiempo nuestro cuarto, tienen cinco años de rendir cuentas de su pericia ante severos jueces norteamericanos.
Aunque se dice en la India que quien ha montado a un elefante no le temerá al ladrido de un perro, lo cierto es que la dureza del cautiverio ha minado a ambos, montura y “mahout”, dando esperanzas a quienes solo observamos de lejos.
Dicen los nigerianos que una colonia de hormigas destinada a convertirse en una gran colonia llegará a serlo, no importa cuántas veces fuera destruida por elefantes. Confiemos que así sea para la nuestra
Dice un proverbio africano que ‘cuando los elefantes pelean, es el pasto quien sufre’. El pueblo colombiano soportó lo indecible por la refriega entre carteles de la droga y de estos con el Estado en los ochentas del siglo pasado”.