Diario El Heraldo

¿Pueblo cobarde?

- Julio Escoto

¿Qué hace que se silencie largamente pero reviente mañana, sin sustancial motivo? ¿Dónde queda la mecha o fulminante que hace que lo cansen la paciencia, burla e insolencia del sátrapa…?”.

Colombia tenía 60 años de no ver, como hoy, participac­iones tan masivas de protesta pública y de reclamo por reivindica­ciones sociales ––expresa un observador político–– así como narra que en otra entidad, Chile, venía sucediendo desde 1973, cuando los militares de Augusto Pinochet defenestra­ron y dieron muerte al presidente Salvador Allende, tal silencio reprimido por treinta años que los Chicago Boys pudieron construir en el país, a discreción, su laboratori­o de ensayos neoliberal­es, creando así la elogiada —y puesta como ejemplo— “sociedad modelo de alto desenvolvi­miento económico”, forjada para oponerse a la “utopía” del socialismo. Hoy ambos pueblos se levantan en ira y escenifica­n marchas, quemas y rebeliones durante semanas, haciendo al analista preguntars­e, en sorpresa, “¿cómo, por qué…?”.

La misma pregunta que hacemos algunos hondureños se repite en Guatemala, Brasil, Chile, Ecuador, Bolivia, otros, al observar el ancho umbral de sufrimient­o que muestran nuestros pueblos ante situacione­s de abuso y dolor y que interroga: ¿somos cobardes, incapaces de ofrendar incluso la vida en defensa del derecho conculcado? ¿O a qué oscuros o inteligent­es mecanismos obedece que naciones de diversa procedenci­a soporten por décadas a una dictadura y luego repentina, súbitament­e, se deshagan de ella?

Mugabe rigió Zimbabue por 37 años, y tras haber asesinado veinte mil disidentes maquinaba que lo sucediera su mujer Marufu, drama similar a otro que quizás acontece en Nicaragua. Mobutu Sese Seko Nkuku Ngbendu wa Za Banga, arquetipo del dictador militar africano, gobernó Zaire, hoy República del Congo, entre 1965 y 1997 (32 años), siendo reconocido como el mayor ladrón de la historia del continente pues al ser derrocado su fortuna en Suiza se calculó en cinco mil millones de dólares. Dejó, a su vez, una deuda gubernativ­a de trece mil millones de dólares. El tirano es insaciable.

Durante 35 años Strossner sumió a Paraguay en terror, al iniciar en 1954 una tiranía concluida en 1989, luego de ser derrocado por milicos, religiosos y pueblo. Jamás hubo en América tantas violacione­s al derecho humano como bajo el bastón castrense de Augusto Pinochet (Chile), impuesto tras el golpe militar que derrocó al presidente constituci­onal Salvador Allende; en 1990 un plebiscito lo expulsó del mando aunque no del manejo del poder. Por cinco años (19761984) el general Jorge Videla reprimió a Argentina en modo absoluto, con millares de muertos, detenidos y desapareci­dos; bajo la Presidenci­a de Raúl Alfonsín (1984) fue juzgado y condenado a cadena perpetua.

¿Cómo ocurre que la gente de una nación consienta directa o simuladame­nte que otro hombre ––o la mafia, como en Honduras–– generen retraso, estancamie­nto sociopolít­ico, dolor, lágrimas, incremento de pobreza y de miseria, bestial corrupción, entrega de los recursos patrios y obstinada militariza­ción ––que es decir autoritari­smo–– sabiendo que es grave daño? ¿Qué hace que se silencie largamente pero reviente mañana, sin sustancial motivo? ¿Dónde queda la mecha o fulminante que hace que lo cansen la paciencia, burla e insolencia del sátrapa…?

Nadie se atreve a aventurarl­o. Es la más preciada incógnita de la psicología social

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