Por una Navidad sin pólvora
En estas épocas de reflexión y recogimiento espiritual, sin duda son muchos los propósitos que marcan la vida de la familia hondureña. A nivel personal, tener un empleo o una mejora salarial, una casa y un coche, tener acceso a servicios de salud y educación de calidad, forman parte de esa larga lista de deseos y propósitos de miles de personas que luchan a diario por mejorar las condiciones de vida, suyas y de sus familias.
Los hondureños y hondureñas también aspiran, sin duda, a que el país siente las bases para un crecimiento económico sostenido que permita enfrentar los altos índices de pobreza y desigualdad que marcan a su sociedad, pero también a que se fortalezca la lucha frontal contra la corrupción e impunidad y la violencia y la delincuencia que golpea fuertemente a la ciudadanía.
Pero uno de los propósitos que no debe faltar en lista, y que es más, debe encabezarla, es la celebración de las fiestas de Navidad y Año Nuevo sin pólvora.
Hay que cuidar la vida de todas las personas, pero principalmente de los más pequeños, los niños y niñas, que por su edad no son conscientes de las consecuencias del mal manejo de estos artefactos; asegurarnos que ellos no sufrirán el dolor de crecer sin una parte de sus cuerpos a consecuencia de las explosiones.
Hay que evitar más muertes o personas marcadas o mutiladas por el mal uso de estos artefactos.
Esta es una responsabilidad que también debe ser compartida por las autoridades competentes, quienes deben hacer lo propio y asegurar que los artefactos explosivos no sean vendidos en aquellos términos municipales en los que se ha prohibido su comercialización y se apliquen las sanciones que estipulan las leyes a quienes las incumplan.
Tenemos que asegurar que ni en la noche de Navidad ni nunca más ingresará a los hospitales públicos y privados una persona, un niño o niña, con quemaduras o sus cuerpos mutilados por el mal uso de los artefactos explosivos