Los 2010, una era de cambio
en el entretenimiento
Los 2010 fueron años de cambio, de revoluciones en la industria del espectáculo.
Si antes se pensaba que el cine era el pariente rico del entretenimiento, ahora es la TV.
Esta es la generación del streaming, del atracón televisivo, de la diversidad, del imperio Disney, de los negocios, en fin...
Y llegó el streaming...
A comienzos de 2010, Spotify, la aplicación de transmisión de música, tenía menos de un millón de suscriptores, Netflix solo un poco más de 12 millones. Los servicios de streaming no eran entonces más que una curiosidad.
Casi diez años después, Spotify
cuenta con 248 millones de usuarios; Netflix reporta más de 158 millones. En resumen, el terremoto del streaming ha sacudido la industria del entretenimiento, y ahora es una competencia. Primero Netflix, ahora es Amazon, Disney+, Apple TV+, Hulu, etc., ahora todas las cadenas quieren su servicio en este formato, porque la TV convencional ya no es suficiente.
¡Vamos a maratonear!
Una de las consecuencias del streaming es el conocido atracón televisivo, la gente ya no espera pacientemente una semana para ver el siguiente capítulo de su serie favorita, ahora quiere ver temporadas completas de ser posible en un día. Esa ansiedad ha derivado en una desventaja: apenas se ha estrenado una serie hoy y mañana la gente está pidiendo para pasado mañana la siguiente temporada. Así de exagerada es la demanda.
La feroz competencia entre cadenas televisivas, canales de cable y los gigantes online ha generado cientos de nuevos programas que cada año multiplican la oferta. Presupuestos millonarios antes impensados en TV, libertad para desarrollar tramas y personajes en amplios arcos narrativos y nombres de peso tanto delante como detrás de cámaras han producido una década de éxitos.
“Juego de tronos”, la adaptación de los libros del autor George R. R. Martin que se estrenó en 2011 y terminó, tras ocho temporadas, en 2019, fue quizá el fenómeno cultural de la década. Sin obviar otras producciones que generaron legiones de seguidores, como Breaking Bad, sobre un profesor de química devenido en narcotraficante, o el terror distópico de “El cuento de la criada”, adaptación de la novela homónima de Margaret Atwood. La comedia Modern Family, el drama político House of Cards o la frescura de The Marvelous Mrs. Maisel también figuraron entre las preferencias del público.
Disney, cada vez más rico
Si hay algo que ha crecido exorbitantemente en estos años ha sido el imperio de Disney. La
casa del ratón ha visto crecer sus ganancias, casi uno de cada tres dólares que se gastaron en los cines de Estados Unidos este año fue a parar a las arcas de la compañía, que en 2019 superó la impactante cifra de 10,000 millones de dólares de recaudación global anual.
Un récord logrado antes del estreno de la última entrega de “Star Wars: El ascenso de Skywalker”.
A este frenesí de Disney se suman la compra de Marvel y Fox, y la adquisición de los derechos del universo de Star Wars, que dio sus frutos con las jugosas taquillas que generan las cintas de superhéroes y guerras galácticas, al igual que series como “Los Simpson” y sagas como X-men. Y aquí dejamos de contar, no porque no haya más, sino porque lo de Disney es demasiado.
Estrellas multifacéticas
Antes los actores y actrices se dedicaban a eso, a actuar. Los cantantes a cantar, y así los roles estaban más que definidos.
Ahora, los actores son guionistas, directores, productores, empresarios, etc.
En la música pop, una lección que arroja el período es
que ya no alcanza con tener una buena voz, una apariencia agraciada y canciones pegadizas. Las estrellas de la década, además, estampan su nombre en colecciones de moda, venden
sus propios cosméticos o dirigen películas.
Beyoncé, Rihanna, Taylor Swift, Lady Gaga, son ejemplo de ellos.
Las dos primeras ahora son las constructoras de verdaderos emporios en la industria de la moda y cosméticos, que han elevado el estándar de que el talento no solo conviene tenerlo en la música, si no también en otras áreas de negocio