Garrido anhela la Copa 32 para el Olimpia
El argentino contó: “El primer clásico marcó el camino al título”. Y habló de su vida; “tuve miedo de no volver a jugar fútbol...”
La noche con aires navideños empieza a caer sobre la capital, el corcho sale disparado como su penal a Marathón en la conquista de la 31 y el champán comienza a llenar esa copa con la que toca graficar sus deseos de 2020. “¡Qué difícil, che! Todavía estoy en los festejos, ja, ja, ja”, desliza Matías con una sonrisa propia de ese jugador que coronó con título su primera experiencia en el extranjero. El pequeño argentino que jugaba a ser Pablo Aimar creció con el gol que impulsó a Patronato a la primera de Argentina (2015) y ratificó su adultez con la reciente coronación de un título añorado por el universo blanco. “En el campo mi señora me decía: ‘Viste que te dije que íbamos a salir campeones’; como que fue un desahogo”, confiesa Garrido, volante del Olimpia. Si en el terreno de juego “la pelota va siempre al ‘10’”, en el postítulo una charla con el ‘10’ siempre viene como anillo al dedo. Su vestimenta negra parece ser pura casualidad, aunque las cábalas afloran en el diario vivir de este volante de toque fino y enorme pegada.
Matías, felicidades por la 31. Me imagino que súper feliz con esa consagración...
Sí, sabía que venía a eso. Uno cuando va a otro país sabe que tiene que responder y cumplir con las expectativas. Es satisfactorio haberlo cumplido. Cuando estábamos esperando a que terminara el partido de
Motagua, decíamos: “Qué larga esta espera”. Pero eso hizo que se celebrara más.
¿Qué es lo que no olvida de ese día?
Ver a la afición cómo se desahogaba, eso me dejó impactado. El que venía te abrazaba, te agradecía y se notaba esa necesidad de título. Me ha tocado vivir otros títulos, pero eran más euforia de festejo y acá había ese desahogo grandísimo. Todos te decían: “Gracias, porque sufrimos y esperamos mucho esto”.
Usted celebró con una bandera en la que estaban los
“La gente en las calles ya nos pide el bicampeonato para 2020”
MATÍAS GARRIDO
nombres de sus amigos...
Son mis amigos de la infancia y con los que me tocó compartir en escuelas de fútbol, pero no tuvieron la suerte de llegar a primera. Cuando ascendí con Patronato, hicieron un viaje largo para apoyarme, después de que habíamos perdido el primer juego, y ganamos 2-0 la vuelta. Hice un gol y ganamos en penales, aunque mi familia no estuvo porque las mellizas recién habían nacido.
Pero ahora sí estuvo la familia en la celebración...
Exactamente, por eso esas ganas de ir a abrazarlas. Mis amigos estuvieron presentes en la bandera. Era un poco de jugar con eso, de la cábala que siguieran estando en una bandera.
Y sí funcionó la cábala...
Claro. Antes de venir a Honduras, jugué la final con Sarmiento para ascender, pero la perdí en penales. Ellos no pudieron viajar, entonces dije: “Esta vez no va a pasar”, ja, ja, ja, tenían que estar de alguna manera.
Cómo no va a tener cábalas siendo argentino, ¿verdad?
Tengo muchas cábalas. Siempre me empiezo a cambiar por el lado derecho, primero me pongo la media derecha y luego la otra, y con los tacos es igual. Al ingresar a la cancha entro con el pie derecho y siempre llevo las mismas zapatillas a las concentraciones. Tengo una plantita de ruda que pongo en los tacos, para que me proteja.
¿En qué momento sintió que iban a ser campeones?
Nosotros tuvimos partidos en los que se nos pegó (criticó) muy duro, pero el equipo dio muestra de carácter y de que iba a salir campeón. El momento que lo sentí fue en el primer clásico en Comayagua. Era el primer clásico después de que Olimpia había perdido la final con Motagua en el torneo anterior. Ese partido marcó nuestro camino. También el siguiente clásico, que veníamos golpeados de perder con Saprissa. Fueron marcas de que el equipo iba a salir campeón.
¿En qué partido le dolió no iniciar en el 11?
Cuando entramos a la cancha en ese último partido y estar allí mirando todo lo que era eso... Sonó el pitazo y decía: “Ay”... me moría de ganas por estar en el campo. No quería perderme ni un minuto de ese partido, pero son cosas del fútbol y a uno lo hacen más jugador.
¿Cuándo fue la vez que miró más enojado a Troglio?
En el partido que perdimos contra Platense en Comayagua (1-2). Fue la primera vez que lo vi tan enojado; entró muy caliente. No te puedo decir lo que dijo porque no lo podés poner, ja, ja. Yo también me enojé bastante, cuando me sacó en el entretiempo me lo quería comer.
Se viene 2020, ¿cuáles son los tres deseos de Matías?
Dejame que estamos en las vacaciones, ja, ja, ja... Lograr la 32 sería hermoso, sería muy lindo ganar el bicampeonato. Me gustaría seguir jugando en el exterior. Mi contrato termina en mayo. Si puedo seguir en Olimpia sería muy feliz, estoy muy a gusto en el país.
¿La gente pide la 32 o hacer buen papel en Champions?
La gente ya nos pide la 32, yo le digo: “Déjenme disfrutar un poco la 31, ja, ja, ja”, pero la afición es así y está bien que sea así porque sería lindo conseguirla. Estamos en condiciones de lograrla porque tenemos un buen equipo.
¿Y a usted cuál de las dos metas lo enamora más?
Las dos cosas. Sabemos que la Champions es difícil porque enfrentamos grandes equipos. Tenemos fe de lo que podemos lograr; son partidos de ida y vuelta en los que te jugás todo o nada. La afición te pide la 32, es el deseo de todos...
¿Qué lo ha sacudido en la vida, Matías?
Mi papá murió cuando yo era pequeño y me hubiera gustado tener esa figura paterna. Hace tres años tuve una hernia cervical y no sabía si iba a volver a jugar. Tuve miedo de no volver a jugar al fútbol. Algunos médicos me dijeron que no sabían si yo iba a seguir practicando deporte. Fue muy duro.
Para cerrar, ¿qué es lo que pocos saben de usted?
Que quizá me veo como una persona seria, pero soy bastante dócil, alegre y “molestón”. Por allí me dicen enano maldito, porque hago joda.
-Mano estrechada para sellar la gentileza. Zona plasma las sensaciones de la 31 aquí y Matías la disfruta en Roatán...