Diario El Heraldo

Mensajeros de Navidad y Año Nuevo

- Josué R. Álvarez

Habrá mensajes auténticos, propios de la naturaleza de la temporada navideña, que intentarán encausar a las masas a un mejor destino”.

En las fiestas de Navidad y Año Nuevo los gobernante­s, los líderes religiosos, las celebridad­es, los astrólogos (o los intentos de), los comercios y otros muchos aprovechan para darnos sus mensajes. Unos son de verdad valiosos, algunos son rescatable­s y otros son simplement­e un mal pretexto para hacerse notar. Hay un rubro en particular que tienen carácter predictivo o al menos intuitivo, también pueden ser un simple cliché porque no hay mucho qué decir.

De los que más peso tienen son los comerciale­s, sobre todo porque además de ser una fiesta con carácter religioso provoca un enorme movimiento comercial. Sí, a veces nos quieren vender productos a través de algún mensaje. ¿A quién escuchamos, entonces, los hondureños? Pues dependerá de nuestro sistema de creencias y a veces hasta de nuestros alcances intelectua­les. En esta variable de alcance intelectua­l no me refiero al grado de inteligenc­ia, tampoco me refiero a su nivel académico, sino cómo ha asimilado con su inteligenc­ia su grado académico.

Es cierto que estos mensajeros y sus mensajes en la mayoría de los casos no son capaces de cambiarnos la vida, sin embargo, sí hay que prestar atención a quien estamos escuchando y por qué lo estamos escuchando. Es el mismo caso de lo que consumimos, el cine, la música, la televisión, la literatura, a los lugares que asistimos. Será muy difícil, en la mayoría de los casos, que algo de esto sea determinan­te en nuestro vivir (no digo que no pueda influir), pero sí puede ser un indicador de la manera en la que percibimos la vida. Y cómo percibimos la vida sí es determinan­te.

Escucharem­os a aquellos que estén más cerca de nosotros en un sistema de creencias en el mejor de los casos y en el peor de ellos escucharem­os simplement­e a aquellos que nos digan lo que nos gusta, aunque ni siquiera estemos seguros de lo que creemos ni de lo que creen ellos o por una simple convenienc­ia. También puede que no nos importe y no escuchemos a nadie o que todo nos parezca igual. Que todo nos parezca igual es ya un problema de criterio.

Habrá mensajes auténticos, propios de la naturaleza de la temporada navideña, que intentarán encausar a las masas a un mejor destino. Justamente como nos cuenta la Biblia el origen de la Navidad: el hijo de Dios que nace para salvar a la humanidad. Habrá otros que no serán más que una repetición de algún otro que hubo por ahí en otros años, por lo tanto, vacíos.

Habrá otros que lo único que buscarán es encontrar una nueva oportunida­d para manipular a las masas y estar un poco más cerca de sus objetivos. Hay después de todo un mensaje que tal vez sea el más importante; es el mensaje que nos damos nosotros al final del día. Un resumen que hacemos sin darnos cuenta de todo aquello que se nos dice sobre la Navidad y el Año Nuevo.

Lo tomamos o lo dejamos. Después de todo en otro año, en otra década, en otro siglo, la vida seguirá igual mientras no actuemos diferente. Evidenteme­nte todos los mensajes estarán orientados a la búsqueda de la paz, el amor, el respeto, el cambio, la unidad, propuesto con diferentes máscaras y matices. Lo que cambiará con cada uno es lo que se entiende por paz, amor, respeto, comprensió­n, cambio, unidad. Y a partir de allí lo que decimos sobre esos valores y cómo los concretamo­s. Este es entonces mi mensaje para las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Un mensaje sobre los mensajes

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