Jesucristo ha nacido
Hace dos mil diez y nueve años vino al mundo un niño, hijo de un carpintero y un ama de casa, José y María, quienes al no encontrar albergue que pudiera acogerlos debieron refugiarse en un pesebre, techo que los protegió del frío nocturno.
Así, en por demás modestas condiciones, nació quien, con su prédica y ejemplo, presentaría a la humanidad una revolucionaria doctrina filosófica-teológica basada en la igualdad de todos los humanos, independientemente de sus condiciones materiales de vida, visión que modificaba radicalmente la concepción imperante basada en la rígida jerarquía social y económica fundamentada en el acceso a la riqueza y al poder, en el privilegio y la severa estructura clasista.
Su nacimiento marcó un antes y un después en la historia mundial, en la periodización de los acontecimientos, anteriores y posteriores a su natividad.
A partir de ella, el monoteísmo fue gradualmente reemplazando al politeísmo y la idolatría; los desheredados de la tierra contarían ahora con su solidaridad, con su mensaje de fe, esperanza, caridad, lo que le valió vejaciones, persecuciones y eventualmente la dolorosa ejecución ya en su adultez, por cuanto sus prédicas trastocaban el injusto orden tradicional.
Este día y noche, la Cristiandad evoca con piedad y alegría tan trascendental acontecimiento.
Debemos conmemorarlo en familia, sin olvidar por ello a quienes viven en soledad, padeciendo hambre material y espiritual, carentes de las mínimas comodidades materiales.
La piedad por quienes sufren, el amor incondicional, la ternura, deben caracterizar esta festividad, una de las más importantes para la Cristiandad.
Evitemos los excesos en el comer y el beber, ya que la espiritualidad y el recogimiento deben ser la mejor manera de recordar al Niño Jesús