La sonrisa del Niño Jesús
El centro comercial está lleno de luces y villancicos. Las canciones recuerdan la necesidad de fomentar la paz y la concordia entre nosotros. Unos y otras se mueven con prisa pues se acerca la fiesta de Nochebuena y queda poco tiempo para terminar los preparativos de la celebración. Unas trabajadoras de limpieza en la alcaldía tienen una alcancía y piden a los transeúntes un donativo para las “Pascuas”.
Mientras, pienso en el texto leído por la mañana: “Cantamos con júbilo en estos días de Navidad porque el amor está entre nosotros hasta el fin de los tiempos. La presencia del Niño es el amor en medio de los hombres; y el mundo no es ya un lugar oscuro: quienes buscan amor saben donde encontrarlo. Y es de amor de lo que esencialmente anda necesitado cada hombre; también aquellos que pretenden estar satisfechos de todo”.
El espíritu navideño entre los cristianos no está desapareciendo, no es verdad. En ninguna otra época del año se presentan con más fuerza los valores permanentes que el Niño Dios nos recuerda con su nacimiento en Belén.
En nuestra cultura occidental de profundas raíces cristianas, se ve este tiempo como ocasión de hacernos regalos. Es verdad que algunos se quedan en la superficialidad de los presentes materiales: la ropa nueva, la fiesta, la comida, las luces y el jolgorio. Sin embargo, la luz de la Navidad es tan deslumbrante y sorprendente que resulta difícil no plantearse el dar y acoger otros regalos de mayor trascendencia.
El papa Francisco nos recordaba recientemente: “El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.
Dios nos ama. Hasta el extremo que Cristo nació por nosotros y por nuestra salvación. Cuando todo parecía perdido y extraviado, la esperanza nace una vez más y nos recuerda que en el eterno presente de Dios, Jesús niño está con nosotros. La felicidad de estos días consiste en ser amados incondicionalmente por un Dios que nunca nos abandona.
Sigo caminando por las tiendas abarrotadas de gente y me viene el pensamiento de que imitar a Jesús es ser felices buscando la felicidad de los demás. “El amor se piensa”. Esto significa que hemos de buscar, meditar o reflexionar, el modo particular de compartir nuestra alegría con cada uno. En muchos casos será dar una limosna o un regalo material con quienes lo necesitan. Con otros bastará una llamada o un mensaje que hace patente la comprensión y el perdón. Tal vez con aquel pariente al cual no visitamos con frecuencia será dedicarle algo de tiempo, o con aquel otro amigo con alguna dificultad especial será escucharle con atención. Si pensamos con interés serán muchos los regalos para dar en estos días. Es posible que no nos demos cuenta, pero con seguridad el Niño Jesús sonría con nuestras ocurrencias. De esta forma ayudaremos a hacer presente entre los nuestros del espíritu permanente de la Navidad
El espíritu navideño entre los cristianos no está desapareciendo, no es verdad. En ninguna otra época del año se presentan con más fuerza los valores permanentes que el Niño Dios nos recuerda con su nacimiento en Belén”.