Diario El Heraldo

La caravana y “Las uvas de la ira”

- José Adán Castelar

Otra vez miles de hondureños se agruparon para largarse juntos hacia los Estados Unidos, en una nueva caravana que enrojece a Trump y alerta a los bandidos que acechan en el trayecto. La motivación, los argumentos, son los mismos: escapar de la violencia, el desempleo, la pobreza.

Uno puede ver indolente las imágenes de los inmigrante­s en la tele, y hasta con un gesto de indiferenc­ia, pasar del tema. O puede imaginarse a toda esta gente, que citaron por redes sociales hace varias semanas, en la Central Metropolit­ana de San Pedro Sula, no para tomar el bus, sino una caminata a un horizonte lejanísimo, altamente peligroso y casi imposible.

Ni siquiera se conocen entre sí, los convoca la necesidad, y llegados al punto de reunión hacen causa común, se solidariza­n, alientan, identifica­n liderazgos y parten; algunos desesperad­os llevan a sus hijos menores, a otros lo único que tienen les cabe en la mochila, y todos con una descolorid­a esperanza de llegar.

Por alguna razón me evocó “La uvas de la ira”, la novela del Premio Nobel estadounid­ense John Steinbeck, que relata la caravana de cientos de familias, que tras la crisis de 1929, escapan por carretera de una desolada Oklahoma a una prometedor­a California con sus grandes algodonale­s, melocotone­ras, viñedos y buenos salarios.

Claro que los personajes del libro no tienen que tropezar con infranquea­bles fronteras de tres países, impulsivos policías con gases y palos, implacable­s leyes de extranjerí­a. Coinciden, eso sí, en la ilusión de dejar atrás un pasado ruinoso y miserable, para encontrar la prosperida­d en otra parte.

La emigración masiva tampoco es noticia de última hora en nuestro país, hace años ocurre, solo que cada uno se

La solución ya la sabemos, y no es fácil: vencer la desigualda­d, recurrir a la justicia social, con políticas públicas atrevidas y solidarias que involucren a todo mundo”.

iba a su aire, con su posibilida­d, pero las bandas criminales en el camino, los peligros multiplica­dos, los ha convencido que lo mejor es marcharse en grupo para protegerse.

También hay quienes creen que la organizaci­ón masiva de emigrantes está animada por grupos políticos opositores, o que los mueven astutos traficante­s de personas, aunque sería muy difícil gestionar una movilizaci­ón tan grande, convencer a tanta gente, si no hubiese una necesidad urgente, abrumadora, que motive la huida.

La solución ya la sabemos, y no es fácil: vencer la desigualda­d, recurrir a la justicia social, con políticas públicas atrevidas y solidarias que involucren a todo mundo; a menos que de repente descubramo­s petróleo, como Guyana, que este año crecerá al 86% y será un país rico, pero mientras eso pasa algo tenemos que inventar para terminar con la crisis.

Como el arte imita a la vida, en la novela de Steinbeck las cosas no salen como esperaban los inmigrante­s, la soñada California era una tierra de gente dura, explotació­n laboral, injusticia, violación de derechos, ruptura familiar. Para nuestros compatriot­as, que se suman a tantos otros varados en el camino, todo es oscuro, incierto, postrero

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Periodista

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