La caravana y “Las uvas de la ira”
Otra vez miles de hondureños se agruparon para largarse juntos hacia los Estados Unidos, en una nueva caravana que enrojece a Trump y alerta a los bandidos que acechan en el trayecto. La motivación, los argumentos, son los mismos: escapar de la violencia, el desempleo, la pobreza.
Uno puede ver indolente las imágenes de los inmigrantes en la tele, y hasta con un gesto de indiferencia, pasar del tema. O puede imaginarse a toda esta gente, que citaron por redes sociales hace varias semanas, en la Central Metropolitana de San Pedro Sula, no para tomar el bus, sino una caminata a un horizonte lejanísimo, altamente peligroso y casi imposible.
Ni siquiera se conocen entre sí, los convoca la necesidad, y llegados al punto de reunión hacen causa común, se solidarizan, alientan, identifican liderazgos y parten; algunos desesperados llevan a sus hijos menores, a otros lo único que tienen les cabe en la mochila, y todos con una descolorida esperanza de llegar.
Por alguna razón me evocó “La uvas de la ira”, la novela del Premio Nobel estadounidense John Steinbeck, que relata la caravana de cientos de familias, que tras la crisis de 1929, escapan por carretera de una desolada Oklahoma a una prometedora California con sus grandes algodonales, melocotoneras, viñedos y buenos salarios.
Claro que los personajes del libro no tienen que tropezar con infranqueables fronteras de tres países, impulsivos policías con gases y palos, implacables leyes de extranjería. Coinciden, eso sí, en la ilusión de dejar atrás un pasado ruinoso y miserable, para encontrar la prosperidad en otra parte.
La emigración masiva tampoco es noticia de última hora en nuestro país, hace años ocurre, solo que cada uno se
La solución ya la sabemos, y no es fácil: vencer la desigualdad, recurrir a la justicia social, con políticas públicas atrevidas y solidarias que involucren a todo mundo”.
iba a su aire, con su posibilidad, pero las bandas criminales en el camino, los peligros multiplicados, los ha convencido que lo mejor es marcharse en grupo para protegerse.
También hay quienes creen que la organización masiva de emigrantes está animada por grupos políticos opositores, o que los mueven astutos traficantes de personas, aunque sería muy difícil gestionar una movilización tan grande, convencer a tanta gente, si no hubiese una necesidad urgente, abrumadora, que motive la huida.
La solución ya la sabemos, y no es fácil: vencer la desigualdad, recurrir a la justicia social, con políticas públicas atrevidas y solidarias que involucren a todo mundo; a menos que de repente descubramos petróleo, como Guyana, que este año crecerá al 86% y será un país rico, pero mientras eso pasa algo tenemos que inventar para terminar con la crisis.
Como el arte imita a la vida, en la novela de Steinbeck las cosas no salen como esperaban los inmigrantes, la soñada California era una tierra de gente dura, explotación laboral, injusticia, violación de derechos, ruptura familiar. Para nuestros compatriotas, que se suman a tantos otros varados en el camino, todo es oscuro, incierto, postrero