La corona del virus
La nueva enfermedad infecciosa que ha estallado en China, promotora de la muerte hasta el momento de 304 personas y que se esparció a una docena de países, ha puesto en cuarentena a 56 millones de persona sólo en el continente asiático. La región de Hubei, el epicentro de la epidemia, reportó 32 mil nuevos casos confirmados y la fatalidad aumenta, el estremecimiento del mundo será mayor cuando se divulgue el nuevo balance de fatalidad. La dimensión de la amenaza de propagación es escandalosa y todos los países del mundo están tomado medidas. En China se están construyendo dos hospitales de un millar de camas cada uno, que estarán listos en el tiempo récord de menos de dos semanas. Otra medida extrema es la que tomó el presidente Nayib Bukele en El Salvador, en donde cerró la frontera a quienes provienen de la zona afectada, para evitar el contagio, una acción fuerte pero necesaria.
Imagínese usted en nuestra Honduras, donde se ha activado un raquítico plan de vigilancia sanitaria, la Secretaría de Salud ha planteado hacer los análisis respectivos en los principales aeropuertos del país en busca de posibles personas que podrían estar contagiadas con la enfermedad. Prevención nada más, porque para controlarlo “está como en chino”, un virus de esa magnitud, que es visiblemente menor al virus de la corrupción, que en ese mismo sector de salud contagió a funcionarios y arrasó con más de 700 millones de lempiras de un solo golpe.
Este “virus” de la corrupción dejó en la quiebra a los hospitamillones les del país, regiones metropolitanas y centros de salud, todos bajo las telarañas embodegadas en la compra fraudulenta de material médico quirúrgico durante el período 2008-2014, que involucra a 112 servidores públicos y una docena de empresas proveedoras que “contagiaron” 1,352 órdenes de pago, las que ascendería a muchos de lempiras en pagos efectuados por la compra de medicamentos, material quirúrgico, material odontológico, equipo de aseo, reactivos y otros instrumentos. Esta “epidemia” involucra a actuales funcionarios y exservidores del Estado, y a personas coludidas con ciertas empresas fantasmas y otras legalmente constituidas, pero todas sin un asomo de vergüenza.
Los negocios prosperaron al filo de la muerte en miles de pacientes en los diferentes hospitales públicos y en el arrasado Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), donde ya sabemos qué “peste” devastó los bienes y dineros del pueblo; uno de los fraudes más cuantiosos en la historia de la corrupción pública y privada en Honduras. En un sistema de salud público infestado de corrupción, que está presente en cada uno de sus aspectos, desde la “reparación” de hospitales, y todo lo que alcance “peste corrupta” que contrae contratos con el Estado para el suministro de equipo médico quirúrgico, odontológico y medicamentos, en casi todos los hospitales de las diferentes regiones y un nivel central que cuentan con independencia administrativa y presupuestaria para llevar a cabo adquisición de bienes y servicios necesarios para la operatividad de las instituciones de salud, creando un “virus” letal hacia los más vulnerables, donde el “tapabocas” miedo hace más efectiva esta “plaga”. Así pues, con estas cifras, el pobre coronavirus es una gripita que anda por allí de picnic, que, si llegara a Honduras, caería fulminada con el aliento de estas redes que andan celebrando su pronta llegada para recibirla con declaraciones de emergencia, hacer compras directas y ponerle de una vez la corona de la impunidad al virus de la corrupción
El ‘virus’ de la corrupción dejó en la quiebra a los hospitales del país (...). con estas cifras, el pobre coronavirus es una gripita que anda por allí...”.