El Salvador, un clamor por la paz
El domingo, los salvadoreños fueron testigos de un hecho inédito en su historia. Militares con armas largas, y policías, irrumpieron en el hemiciclo legislativo por órdenes del presidente Nayib Bukele, en medio del enfrentamiento que el mandatario tiene con los diputados por la aprobación de un préstamo de 109 millones de dólares, que dice requiere, para profundizar su plan de seguridad. El gobernante también mandó militarizar las sedes de los partidos políticos e, incluso, se informó que envió efectivos militares a casa de los diputados para escoltarlos en su camino al hemiciclo. Una actuación ilegal e inconstitucional, han calificado los diferentes sectores sociales, económicos y políticos, que han elevado su voz de alarma ante el estallido de una crisis, que hasta hace pocos meses, e incluso días atrás, era impensable. Bukele ha llamado a la “insurrección popular” si sus llamados no son atendidos por los congresistas. El congreso, compuesto mayoritariamente por opositores a Bukele, han dilatado la aprobación del préstamo por “falta de concreción sobre el destino de los fondos”, entre otros. Han señalado además que la entrada de los militares y soldados al Salón Azul (sala de sesiones) es una abierta violación a la independencia de poderes que establece la Constitución de ese país. La ONU ha hecho un llamado al diálogo y al pleno respeto de la institucionalidad democrática para garantizar el Estado de derecho y recordaron que el respeto a las diferentes opiniones y al diálogo han sido importantes en los procesos de profundización de la democracia y del Estado de derecho.
La estabilidad de El Salvador, y de la región centroamericana que observa alarmada lo que allí está sucediendo, pasa por el respeto irrestricto de su Constitución y sus leyes.
No debería ser difícil para los políticos abrirse al diálogo, escuchar a quienes disienten y juntos, por el bien de su nación, buscar los consensos para que se sienten las bases del desarrollo que demandan los más desposeídos, los pobres