Unidad sin hipocresías
No podemos subestimar el flagelo viral que azota Honduras. Los virus y las bacterias habitan la Tierra desde muy antes que el humano sentara plantas sobre ella. Si bien otras causas como el alcoholismo, los accidentes, el tabaquismo y los suicidios producen millones de fatalidades al año, sería “consuelo de tontos” no valorar la gravedad de la pandemia del Covid-19.
Los avances científicos, nuevos fármacos, nuevos profesionales de alto nivel y la magia de la comunicación instantánea hacen que el combate a la enfermedad sea más efectivo. Los protocolos son compartidos inmediatamente en los rincones más apartados. Aunado a estos factores están las estrategias de gobiernos municipales y nacionales, guiadas por las orientaciones de expertos, pero, particularmente, con vasta experiencia en la investigación y la práctica de la medicina.
Las autoridades están obligadas a imponer medidas estrictas para regular las actividades de los habitantes, obligándolos a que rijan su conducta habitual de conformidad con las disposiciones de emergencia. La efectividad del combate dependerá de la sabiduría, pero también de la firmeza con que se impongan. En Honduras la crisis comienza. No es cierto que hayamos alcanzado la cima de la pandemia y empezado a disminuir los estragos del virus. Los heroicos esfuerzos que realizan miles de médicos, enfermeras, auxiliares y otros compatriotas no bastan para cantar victoria. Necesitamos urgentemente información completa y confiable, descartando cifras inexactas, distorsionadoras de la situación real. La falta de exámenes para detectar contagios distorsiona los cálculos de la propagación del mal y, por consiguiente, del resultado de los esfuerzos realizados para combatirlo. No poder determinar el número exacto de contagiados nos impide definir la tasa real de mortalidad y la proporción exacta de recuperados.
No es momento de lanzar la piedra y esconder mano. Descubrir corrupciones o negligencias por decisiones tardías no salvará vidas. Eso debe dejársele a otras instancias; lo importante ahora es fijar políticas definidas con objetivos precisos, definiendo con sabiduría, prudencia y tenacidad lo que perseguimos. Debemos encontrar un punto salomónico para dirimir el conflicto entre la economía y salvar vidas. ¿Cómo y con quiénes lo buscamos? No es fácil, el empresariado perseguirá la apertura de la industria y el comercio; el obrero o comerciante independiente buscará urgentemente que se abran los espacios que le permitan obtener el sustento familiar. El asalariado, particularmente de gobierno o de la gran empresa, que tiene garantizado su sueldo diario, será indiferente y no se desesperará por regresar a su escritorio. El trabajador suspendido enfrentará la angustia y la ansiedad que provoca la incertidumbre de no saber su futuro.
Por ello, Honduras requiere y su gobierno está obligado a recurrir a los talentos más notables del país, a constituir equipos de tarea con profesionales multidisciplinados que aporten soluciones patrióticas, despojados de todo egoísmo político mezquino. Los políticos improductivos mejor que se escondan porque estorban. Se deben aceptar con agradecimiento los aportes como los del doctor Miguel Sierra Hoffman, médico orgullo de Honduras quien, me consta, es respetado y consultado por universidades prestigiosas como Harvard. Las recomendaciones de Sierra Hoffman son producto de su vasta formación académica y su amplia experiencia en epidemias y pandemias. Es un joven profesional sin prejuicios ni egoísmos, amante de su patria, que persigue servir a la humanidad y ser útil a Honduras.
Otros aportes, como los de los doctores Umaña, Valerio, Marco Tulio Medina, Figueroa y el científico Salvador Moncada, deben ser seriamente escuchados, sin olvidar a los otros héroes que se juegan la vida en esta lucha feroz. Unámonos de verdad, con humildad, sin hipocresías ni oportunismos y que Dios nos ampare
Debemos encontrar un punto salomónico para dirimir el conflicto entre la economía y salvar vidas. ¿Cómo y con quiénes lo buscamos?”.